Una película afortunada catapultó a la fama a Oskar Schindler, pero, además de él, fueron muchos los hombres y mujeres que se jugaron la vida por salvar a miles de judíos del Holocausto. La mayoría de ellos no son tan conocidos como el ¡protagonista de la película de Spielberg, aunque también merecerían un film. Para representar a todos esos desconocidos elijo hoy a Margit Slachta, una húngara poco conocida que junto, a otras mujeres unidas bajo su inspiración, salvo a miles de judíos de una muerte cierta. Católica, activista del feminismo, defendió los derechos humanos desde el activismo y la política activa. Nació el 18 de septiembre de 1.884 en Košlice (o Kassa), que entonces formaba parte del Imperio austrohúngaro.
Comenzó trabajando en la enseñanza, como profesora de francés y alemán. El sinsentido de las leyes anti-judías promulgadas tras la invasión de Hungría por parte de los nazis despertó en ella un sentimiento de rabia e indignación. Una de sus aspiraciones pasaba por poder formar parte del parlamento de su país para poder luchar en favor de las mujeres. Fundadora de la Unión de Mujeres Católicas, que luchaba por el voto femenino, Margit consiguió romper el techo de cristal de la política y en 1920, a sus treinta y seis años, se convirtió en la primera mujer en ocupar un escaño en la Dieta húngara. En 1923 fundó las Hermanas de Servicio Social. Las Hermanas Sociales eran bien conocidas por toda Hungría por sus labores de enfermería, partería y cuidado de huérfanos. Pronto fueron conocidas en Budapest, donde abrieron sus puertas a personas necesitadas, centrándose en los huérfanos, las mujeres embarazadas y desamparadas y los enfermos. También fundaron escuelas para formar a trabajadores sociales que ayudaran en el futuro en la misión de las Hermanas de Servicio Social. Las Hermanas de Servicio Social seguían los dictados de la espiritualidad benedictina y sentían una especial devoción por el Espíritu Santo. Daba también clases de justicia social cristiana. Margit Slachta unió así la política con la acción directa a través de actos caritativos y plasmó sus ideales en escritos espirituales y artículos reivindicativos.
Cuando en 1938 las primeras leyes anti-judías empezaron a amenazar la vida de esta comunidad en Hungría, Margit no les dio la espalda y denunció en su periódico La voz del espíritu lo injusto de tales medidas. El gobierno intentó silenciar a aquella mujer que hablaba claro sobre los derechos humanos cerrando en 1943 su publicación, que ella continuó difundiendo de manera clandestina.
Ni ella ni sus hermanas se amedrentaron ante la creciente amenaza que se vertía cada día con más virulencia sobre los judíos húngaros y que culminarían con la ocupación del país por parte de los nazis y las primeras deportaciones masivas. Sus convicciones religiosas, basadas en la justicia social, no le permitían mirar hacia otro lado. Ni tan siquiera cuando sabía que su vida correría peligro.
Sin descanso, las Hermanas de Servicio Social, se trasladaron a los guetos judíos para facilitarles ropa y alimento y se jugaron la vida escondiéndolos en sus casas. Sus actividades clandestinas pronto fueron puestas al descubierto y Margit fue detenida y torturada. Pudo salvar la vida, pero lloró de rabia por la muerte de su compañera Sára Salkaházi. Nada ni nadie, sin embargo, iban a permitir que ella y sus hermanas abandonaran su labos en Hungría.
Hungría se unió las Potencias del Eje en 1940. En otoño de 1940, las familias judías de Csíkszereda fueron deportadas y enviadas a Körösmezö en Carpathia-Ruthenia. Margit Slachta respondió inmediatamente a los informes de 1940 sobre el desplazamiento temprano de judíos, escribiendo al sacerdote parroquial de Körösmezö pidiéndole averiguar por su bienestar. El proceso fue detenido en la tarde del 9 de diciembre, cuando un telegrama del Ministerio de Defensa ordenó la liberación de los detenidos. Era el mismo día en que estaba fechada su carta al sacerdote. El reporte reveló que el capitán a cargo de la operación recibió un telegrama a las 7:00 p.m. en donde se le ordenaba que liberara a los prisioneros judíos de manera inmediata, así como su traslado de vuelta a Csíkszereda, (El texto en cursiva está tomado literalmente de Wikipedia).
Cuando terminó la guerra, Margit Slachta regresó al Parlamento húngaro. En 1947 se presentó con el partido independiente conocido como Liga de Mujeres Cristianas que consiguió cuatro escaños en la Dieta. Margit había sobrevivido al horror del nazismo pero la llegada de un nuevo régimen no mejoró las cosas. El comunismo no le permitió continuar con su labor política y asistencial en su propio país.En 1949 se vió obligada a emigrar a los Estados Unidos con la esperanza nunca cumplida de regresar algún día a su hogar. Murió en Búfalo en 1.974. En 1985, once años después de su muerte, la organización judía Yad Vashem nombró a Margit Slachta Justa entre las Naciones.
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