miércoles, 31 de marzo de 2021

33. Victoria Martín del Campo, una gaditana que merece una calle en su ciudad natal

Autorretrato de Victoria Martín del Campo
Museo  de Cádiz

 Victoria Martín de Campo (Cádiz, 1794-1869) fue una pintora neoclásica española, también conocida como «Barhie». Académica de mérito de la Nacional de Santa Cristina, supernumeraria de la provincial de Bellas Artes. Discípula del pintor Manuel Montano, sus obras se caracterizan por un sentido especial del dibujo, correcto pero no sometido, un modelado exquisito y un sentido justo del color. El Museo de Cádiz conserva tres obras suyas: La adoración de los pastores, Autorretrato y Psiquis y Cupido.

Victoria Martín de Campo, también conocía como Victoria Martín Barhié, nació en 1794, fue la tercera de los cuatro hermanos de una familia burguesa de Cádiz. Su padre, Sebastián Martín, era cónsul de Cerdeña y  comerciante. Su madre, Claudia Barhié, de origen francés, falleció al poco de su nacimiento y quedó al cuidado de la nueva esposa de su padre, que fue la encargada de su tutela y de la de sus hermanos.

No se sabe con exactitud cuál fuese su formación, se cree que nunca viajó a París o Roma, que fueron los núcleos fundamentales del Neoclasicismo imperante en la época, pero se sabe que tuvo por maestro a Manuel Montano, del que recibió una educación basada en la literatura y el arte, principalmente. Si bien, muy poco se sabe sobre el proceso de formación de esta pintora que, a juicio de Gaya Nuño, es uno de los mejores valores de la pintura neoclásica española.

Participó en diversos certámenes, siendo premiada en varios de ellos. El mayor éxito profesional fue ser la primera mujer Académica de mérito de la Nacional de Santa Cristina y supernumeraria de la provincial de Bellas Artes de Cádiz. También consiguió ser socia de mérito del Liceo de Málaga. Contrajo un primer matrimonio con Álvaro Jiménez Basurto, un comerciante acomodado en Cádiz, titular de varios cargos en la administración gaditana. Él se encargó de administrar los bienes de su esposa y de sus hermanos, pero a su muerte no dejó bienes significativos ni hijos. Tras enviudar contrajo nuevo matrimonio en 1835 con Antonio María de Campo, oficial de la contaduría de aduanas, que a su muerte tampoco dejará nada de valor. El heredero de Victoria, será su sobrino Francisco Berriozabal Martín.

Adoración de los pastores
Museo de Cádiz

Cultivó la temática religiosa (En la catedral de Cádiz 
Ecce Homo, alguna vez atribuido a Ribera, la Dolorosa y San Lorenzo Mártir; en el Museo de Cádiz, Adoración de los pastores) y mitológica (En el Museo de Cádiz, Psiquis y Cupido), además del retrato. Por último, hay obras en paradero desconocido o mal atribuidas como son: La Casta Susana, David tocando el arpa ante Saúl, Niño en una floresta, y un retrato de niño que fue muy popular entre los intelectuales del momento, pero del que no se poseen registros. Tampoco existen registros sobre su colección de dibujos.

Tras enviudar por segunda vez, volvió a la casa familiar en la calle de la Soledad, en el barrio de San Antonio, donde vivió hasta su muerte en 1.869. 


Psiquis y Cupido
Museo de Cádiz


viernes, 19 de marzo de 2021

32. Rosario Weiss, la niña que aprendió a dibujar con Goya

 

Autorretrato de Rosario Weiss, fechado en 1,830,
encontrado en la Biblioteca Municipal de Burdeos


Retrato de Leocadia Zorrilla,
pintado por Goya en 1.815
María del Rosario Weiss Zorrilla (Madrid, 2 de octubre de 1814-ibídem, 31 de julio de 1843) fue bautizada en la parroquía de san Ginés como hija menor del matrimonio, mal avenido y bastante efímero,  formado por Isidoro Weiss Alonso, joyero de origen alemán y Leocadia Zorrilla Galarza, última amante de Goya. El matrimonio fue infeliz y se rompió definitivamente poco después del  nacimiento de Rosario, siguiendo cada uno su camino. Todo apunta a que Francisco de Goya y Leocadia se conocieron en 1805, en la boda (5 de julio) del hijo del pintor, Javier, con Gumersinda. Goya tenía 59 años y Leocadia 16.

Leocadia entró a trabajar como ama de llaves de la casa de Francisco de Goya en torno a 1815. En aquél tiempo el pintor aragonés era ya viudo -su esposa Josefa Bayeu había fallecido en junio de 1812- tenía ya 70 años, estaba achacoso y, por supuesto, sordo desde hacía tiempo. Ella rondaba los 30 años de edad y se convirtió en criada, cuidadora y compañera sentimental de Goya.

Para 1820 Leocadia ya se había trasladado con sus dos hijos menores, Guillermo y Rosario (1) , a vivir definitivamente junto a Francisco de Goya hasta la muerte del pintor en 1828. Primero compartieron techo en la célebre “Quinta del sordo” de Madrid hasta 1824 y luego en Burdeos, donde se reunieron con él en el exilio francés. La pequeña Rosario fue objeto especial de los mimos y atenciones del anciano pintor, quien la instruía con paciencia en los inicios del dibujo.

Goya era especialmente cariñoso con la niña, a la que llamaba "Mi Rocío" (2), le gustaba tenerla en su compañía y le enseñaba algunos trucos para comenzar a manejarse con los pinceles, pues aquella niña mostraba gran atención, ganas de aprender y, sobre todo, destilaba talento.  A los 6 años empezó a enseñarla a dibujar. La niña tenía un pequeño caballete adaptado para su edad. Podemos imaginarnos al viejo y genial artista acometiendo sus últimas obras mientras la pequeña Rocío se fijaba en todos los detalles, escuchaba los consejos e instrucciones de su cariñoso maestro y completaba o remataba esbozos de obras que él le pasaba además de otros dibujos para que ella los copiara. El talento de la niña era indudable.  De sus dotes artísticas dan una idea por ejemplo que los 77 dibujos conservados en la Hispanic Society y en un principio atribuidos a Goya,  en 1956 José López-Rey demostró que eran de Rosario, opinión  que fue corroborada después por otros dos especialistas. Según varios expertos, algunos de los últimos dibujos y bocetos atribuidos a Goya es más que probable que llevaran también la mano de Rosario Weiss, quien le ayudaba a terminarlos o los iniciaba y era el genio de Fuendetodos quien los culminaba. La primera intención de Goya fue enviar a la niña a estudiar a París, y con esa intención escribió a su amigo el banquero José María Ferrer, residente en París, el 28 de noviembre de 1824:


 "Esta célebre criatura quiere aprender a pintar de miniatura, y yo también quiero, por ser el fenómeno tal vez mayor que habrá en el mundo de su edad hacer lo que hace; la acompañan cualidades muy apreciables como usted verá si me favorece en contribuir a ello; quisiera yo enviarla a París por algún tiempo, pero quisiera que usted la tuviera como si fuera hija mía ofreciéndole a usted la recompensa ya con mis obras o con mis haberes; le envío a Usted una pequeña señal de las cosas que hace...


Como no obtuvo respuesta de Ferrer, en 1827 Goya puso a Rosario en manos del pintor Antoine Lacour (3) que había abierto escuela en Burdeos, aunque el estilo académico del francés satisfizo poco el genio de don Francisco y fue perfeccionando su propia técnica, de trazos más finos.  

De la vida de Goya, Leocadia y sus hijos en Burdeos, tenemos un párrafo de una carta escrita por Leandro Fernández Moratín a otro amigo del pintor, el también ilustrado y clérigo, Juan Antonio Melón:

"Goya ha tomado una casita muy acomodada con luces del Norte y Mediodía, y su poquito de jardín, casa sola y nuevecita en donde se haya muy bien. Doña Leocadia, con su acostumbrada intrepidez, reniega a ratos y a ratos se divierte. Rosarito habla ya francés como una totovía (4), corre y brinca y se entretiene con algunas gabachuelas de su edad..."


La lechera de Burdeos” es objeto también de múltiples interpretaciones. Firmada por Goya hacia 1827, aspectos artísticos y otros detalles como que quedara en poder de Leocadia Zorrilla tras la muerte del pintor -quien la tuvo que vender pronto- no descartan que Rosario Weiss fuera su autora o al menos coautora. Otros apuntan a que lo más probable es que fuera ella, de 13 años entonces, la retratada.





Muerto Goya en 1828, la situación se volvió tirante, pues Javier y Leocadia se odiaban mutuamente. Javier liquidó a Leocadia con 1.000 francos, que pronto se acabaron. 

Hasta 1833 no regresaron Leocadia y Rosario a España, acogiéndose a una amnistía general concedida para los exiliados. De nuevo en España, la joven Rosario desarrolló su carrera al trabajar inicialmente como copista, copiando obras por encargo de particulares y también para el restaurador Serafín García de la Huerta, algunas de las cuales pudieron haber sido vendidas como originales por dicho restaurador.  

También trabajaba como copista  en el Museo del Prado, la Academia de San Fernando y en colecciones privadas como la de la duquesa de San Fernando. Como entonces los cuadros no se exponían en línea, sino en hileras superpuestas hasta el techo. Como a Rosario no se le autorizó para bajar las obras, cuando las obras ya no estuvieron a la altura de su vista tuvo que dejar de hacer tales copias. También realizó miniaturas, retratos a lápiz muy celebrados y litografías de importantes escritores y artistas de su tiempo como Larra, Espronceda, Zorrilla... Tuvo mucho que ver en ello su participación como socia en el Liceo Artístico y Literario desde 1837.

En la Academia de San Fernando participó varios años en sus exposiciones anuales y, con el aplauso general y el apoyo de sus compañeros del Liceo, fue nombrada académica de mérito de tan prestigiosa institución en 1840, una de las pocas mujeres que lo lograron.

El cénit de su trayectoria profesional le llegó poco después cuando fue elegida por la Corona en 1842 para desempeñar el puesto de maestra de dibujo de cámara de la futura Isabel II y de su hermana la infanta Luisa Fernanda. Comenzaron así sus lecciones en palacio de la mejor profesora de dibujo posible en aquellos tiempos, pero por desgracia no pudo ejercer ese cargo mucho tiempo, pues en el verano de 1843 fallecía súbitamente enferma de cólera con apenas 29 años de edad.

Su truncaba así tristemente una trayectoria imparable, la de una mujer que mamó de niña, nada menos que de Francisco de Goya, el amor por la pintura y sobre todo por el dibujo y con quien dio sus primeros y prometedores trazos en un lienzo.

Rosario Weiss Zorrilla se hubiera consolidado como referencia artística fundamental del siglo XIX español si no hubiera fallecido tan joven, justo cuando su estrella comenzaba a brillar y era objeto del reconocimiento de todos.

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(1)  El hijo mayor, Joaquín, se quedó en el domicilio paterno. Isidoro Weiss murió en la miseria en Madrid en 1.850.

(1) Muchos biógrafos de Goya pensaban que Goya era su padre. Dos años antes del nacimiento de Rosario, Isidoro Weiss había denunciado a su esposa por "deslealtad", pero no  hay más prueba. Lo que si se constata que Goya tenía por esta niña un afecto indudable, como se trasluce en cartas conservadas del pintor.

(3) También he encontrado el dato de que la puso como alumna de un tal Vernet fabricante de papeles pintados. (?)

(4) Totovía es un pájaro cantor parecido a la alondra

FUENTES:

Rosario Weiss Wkipedia

Leocadia Zorrilla Wikipedia

Daniel ARVERAS, Tu otro diario: Rosario Weiss, la discípula aventajada de Goya







martes, 9 de marzo de 2021

31. Susan La Flesche Picotte, la primera doctora amerindia

 


La historia de esta mujer merece una película, o al menos una miniserie de media docena de capítulos. Si algún mandamás de Netflix lee esto, le cedo graciosamente la idea.

Suzanne La Flesche nació el 17 de junio de 1865 en la reserva de los indios omaha de Nebraska. Suzanne era medio indígena medio blanca, como sus padres, Mary Gale y Joseph La Flesche.

Su padre, Joseph La Flesche, también llamado Ojo de Hierro, era indio ponca con  ascendencia franco-canadiense. Fue educado en St. Louis, pero regresó a la reserva como un hombre joven y se identificó como culturalmente Omaha. Fue adoptado por el jefe joven Elk en 1853, quien lo eligió como su sucesor, y La Flesche se convirtió en el principal dirigente de la tribu Omaha alrededor de 1855.

Su madre, Mary Gale, era la hija del Dr. John Gale, un cirujano blanco  del ejército estacionado en Fort Atkinson, y de  Nicomi, una mujer de estirpe omaha-Oto-Iowa.

Sus padres quisieron evitar que Susan sufriera discriminaciones y por ello no le pusieron un nombre omaha ni le hicieron los tatuajes tradicionales en el rostro. Aunque su madre solo hablaba la lengua de los omaha, su padre y sus hermanas la animaron a que usara el inglés para comunicarse. Por ello, Susan hablaba con fluidez las tres lenguas: omaha, francés e inglés.

Foto familiar de Susan
Era la pequeña de la familia, tenía un medio hermano mayor, el antropólogo Francis La Flesche, y tres hermanas también mayores que ella. Su educación se inició en la escuela misional de la reserva. La escuela de la reserva era un internado donde a los niños nativos se les enseñaba las prácticas de los europeos para asimilarlos a la sociedad blanca. Después, Susan dejó la reserva para ir a Elizabeth , Nueva Jersey , donde estudió en el Instituto Elizabeth durante dos años y medio. En aquel tiempo, a las muchachas se les enseñaba los rudimentos del hogar y poco más, esperando que, finalizado el instituto, volvieran a su casa y ejercieran con esmero el papel de esposa y madre. Pero Suzanne decidió que quería seguir estudiando y se preparó para ingresar en una de las pocas instituciones educativas que aceptaban a mujeres en los estudios de medicina, carrera a la que había decidido dedicarse. Suzanne fue aceptada en el Women’s Medical College of Pennsylvania. Susan estudió química, anatomía, fisiología, histología, la ciencia farmacéutica, obstetricia y medicina general, y al igual que sus compañeros, hizo el trabajo clínico en las instalaciones en Filadelfia junto a estudiantes de otras universidades, tanto masculino como femenino. Mientras asistía a la Escuela de Medicina, el aspecto de Suzanne La Flesche cambió; empezó a vestirse como sus compañeras blancas y llevaba el pelo recogido en un moño en la parte superior de la cabeza.  Cuando era niña, Suzanne había visto morir a una mujer india enferma porque el médico blanco local no la cuidaba. Más tarde acreditó que esta tragedia fue su inspiración para ser médico, para poder atender a las personas con las que vivía en la Reserva de Omaha. A los veinticinco años, Suzanne La Flesche era la primera indígena doctorada en medicina en los Estados Unidos. 


En 1889 se graduó con la nota más alta y consiguió un puesto del gobierno con el que volvió a la reserva de Omaha para iniciar su labor como profesora en la escuela que le había sido asignada. Fue la primera mujer nativa americana en ocupar el cargo. Hasta entonces, no había ni un solo médico en la reserva donde malvivían los indios Omaha.

Allí debía enseñar a sus alumnos reglas básicas de higiene y salud. Pero Suzanne dedicó también muchas horas a visitar a enfermos en sus hogares de la reserva. Después de largas jornadas de trabajo extenuante, terminó cayendo ella misma enferma. En 1893 decidió darse un respiro y retirarse un tiempo a la vez que se hacía cargo de su madre que también estaba enferma.

En 1894 se casó con Henry Picotte, un indio de la tribu de los sioux con el que tuvo dos hijos. Después de ser madre, todo el mundo esperaba que Suzanne se retiraría definitivamente de su trabajo como maestra y doctora pero ella decidió de nuevo saltarse las normas sociales y optar por continuar trabajando.

Suzanne fue la primera y la única, la médica de todos, en los días y en las noches, sola en la nieve y en el sol”, escribe Eduardo Galeano. Se hizo tan popular, que los que estaban enfermos pedían su ayuda, en lugar de pedírsela a un doctor blanco. Se convirtió en la única doctora en una reserva de cerca de 3.500 kilómetros cuadrados. A menudo tendría que recorrer muchos kilómetros a pie para llegar a sus pacientes. Por todo ello recibía un sueldo de 500 dólares anuales, la decima parte que un médico del ejército o de la marina.

Además de cuidar de los enfermos, Suzanne dedicó mucho tiempo a la concienciación social de la importancia de la prevención y la higiene, sobre todo en enfermedades como la tuberculosis que acabaría con la vida de muchas personas en la reserva, entre ellas su propio marido, en 1905. Defendió la limpieza, el aire fresco y la erradicación de las moscas domésticas, que se creía que eran los principales portadores de la tuberculosis. Fue también una gran impulsora de la lucha contra el alcoholismo, problema que vivió en su hogar, con un marido alcohólico.



En 1913, recaudó dinero y abrió un hospital moderno en una colina de su ciudad natal de Walthill. Esto le permitió cuidar a las mujeres embarazadas y a los enfermos de todas las razas y credos, de la forma en que ella creía que debía ser. Que una mujer amerindia  sola (ya era viuda) consiguiera todo el dinero necesario para construir el hospital fue una hazaña, teniendo en cuando la época en la que se hizo.

Cuando Suzanne enviudó en 1.905, se tuvo que enfrentar a muchos problemas burocráticos para poder heredar las tierras de su marido. Una situación a la que se enfrentaban muchos indios americanos que veían peligrar, a menudo, sus derechos. Sensibilizada también con este problema, llegó a asesorar a los miembros de la reserva y a viajar a Washington para entrevistarse con los miembros de la "Office of Indian Affairs" para intentar mejorar la situación de los indígenas. Argumentó que el papeleo innecesario y la burocracia no eran más que una carga adicional sobre el pueblo omaha. Una prueba más de que la Oficina de Auditoría los trataba como niños y no como ciudadanos dispuestos a participar en una democracia. Suzanne continuó trabajando en nombre de su comunidad hasta el final de su vida.

Además de cuidar de los enfermos, Suzanne dedicó mucho tiempo a la concienciación social de la importancia de la prevención y la higiene. Fue capaz de combinar la medicina aprendida con la sabiduría heredada, las terapias de la universidad y las recetas de sus abuelos, para que la vida de los omaha doliera menos y durara más.

Luchadora incansable, Suzanne La Flesche dedicó toda su vida a los demás. Hasta que su cuerpo, aquejado de una enfermedad crónica desde pequeña que le hizo sufrir multitud de dolores a lo largo de los años, se apagó. El 18 de septiembre de 1915 fallecía a causa de un cáncer de huesos.

Ella fue mucho más que una doctora de la reserva, fue también una consejera, una confidente, y un símbolo de la esperanza para los Omaha. Fue una feroz defensora de la salud pública y reformadora social. Promovió prácticas de higiene que salvan vidas, como la eliminación de vasos compartidos y la instalación de mosquiteras para evitar insectos portadores de enfermedades.

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FUENTES: 


Mujeres con ciencia, Blog de la Universidad de País Vasco:

Wikipedia

Nos queda la palabra, blog de Agustina Pérez

Ahoramismo.com: Susan La Flesche Picotte: 5 datos curiosos que tienes que saber