Shirley nació con el nombre de Vera Buchthal en Dortmund, Alemania, el 16 de septiembre de 1933. Su padre era juez, de ascendencia judía, por lo que su vida no tardó en verse afectada con la llegada al poder en Alemania del partido nazi. En julio de 1939, Shirley y su hermana pequeña llegaban a Inglaterra como parte de una campaña por poner a salvo a niños alemanes de origen judío. “Estoy viva porque, hace mucho tiempo, unos generosos extraños me ayudaron”, afirmó en una de sus conferencias. Cuando creció lo suficiente para entender lo que había ocurrido, la suerte que había tenido al haberse salvado, tomó una decisión: “Decidí que haber salvado mi vida tenía que merecer la pena”.
En Inglaterra vivió con una familia de acogida con la que creó una estrecha relación y aunque tras la guerra volvió a reunirse con sus padres biológicos, nunca llegó a conectar de nuevo con ellos. Acudió a clase primero en un convento y después en un instituto femenino cercano a la frontera con Gales. En este centro no se impartían lecciones de matemáticas, pero ella recibió permiso para estudiarlas en las clases del instituto masculino de la ciudad. Allí vivió lo que ella describiría después como “seis maravillosos años de paz”.
Tras terminar el instituto, no quiso ir a la universidad. En esa época, contaría después, la botánica era la única ciencia que una mujer podía estudiar y no le interesaba. En vez de eso buscó empleo en un entorno técnico o matemático. A los 18 años obtuvo la nacionalidad británica y cambió su nombre a Stephanie Brook. En esos años, la década de los 50, trabajó en la Estación de Investigación de la Oficina de Correos, diseñando y fabricando ordenadores y desarrollando código para utilizarlos. Durante seis años dio clases nocturnas para obtener un título de matemáticas. En 1957 fue una de las fundadoras de la British Computer Society.
En 1962, tras casarse con el físico Derek Shirley, fundó la compañía de software Freelance Programmers, con un capital de 6 dólares. Su idea, pionera por entonces, era comercializar programas informáticos. Tuvo que convencer a muchos escépticos porque por entonces el software se vendía ya integrado en los dispositivos.
Habiendo experimentado el sexismo en este entorno, uno de sus objetivos era crear oportunidades laborales para otras mujeres, y en su gran mayoría su empresa tuvo solamente empleadas: de los primeros 300 contratos que realizó, solo 3 fueron a hombres. Además favorecía los horarios flexibles y permitía a quien lo necesitara trabajar desde su casa. La abrumadora mayoría de mujeres entre sus filas terminó con la aprobación en 1975 de la Sex Discrimination Act (la ley de discriminación sexual que hacía ilegal favorecer a un género sobre otro). Fue también en esta época cuando adquirió la costumbre de firmar las cartas desde su compañía con el nombre de Steve, precisamente para evitar ser discriminada por ser mujer. "Cuando firmaba las cartas con mi nombre, generalmente ni me contestaban", declaró.
Ella ha contado en varias ocasiones la superioridad y el paternalismo con que la trataron a ella y a su empresa. “En The Times nos llamaban Las niñas de los ordenadores”, contaría ella años después. “Nadie iba a comprar software y, desde luego, nadie se lo iba a comprar a una mujer”.
– Tu empresa funciona porque es pequeña.– Le dijeron al principio.
– Funciona y es interesante pero no tiene valor estratégico.– Le dijeron cuando empezó a funcionar.
– Bien hecho Steve.– Le dijeron cuando su empresa valía 3 000 millones de dólares.
Porque la idea de Shirley al final funcionó, se convirtió en una consultora tecnológica de prestigio y su trabajo sirvió para programar horarios de autobuses y también la caja negra del Concorde cuando este nuevo avión salió al mercado. “¿Quién habría imaginado que la caja negra del avión supersónico Concorde iba a ser programada por un grupo de mujeres trabajando desde sus casas?”. La empresa de Shirley llegó a tener 8 500 empleados y su valor en bolsa alcanzó los 3 000 millones de dólares. Se retiró en 1983.
Además de por su labor empresarial, Shirley es conocida por su trabajo filantrópico, centrado entre otros temas en el autismo, ya que el matrimonio tuvo un hijo con trastorno del espectro autista. En 1986 puso en marcha la Fundación Shirley con la misión de potenciar y apoyar proyectos pioneros que tengan un impacto en el campo de los desórdenes del espectro autista con especial énfasis en la investigación médica.
Shirley fue nombrada Oficial de la Orden del Imperio Británico y Dama Comendadora, uno de los más altos reconocimientos que da la corona británica. De mayo de 2009 a mayo de 2010 fue Embajadora del Reino Unido para la Filantropía.
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