Comienzo diciendo que el texto que sigue no es mío, sino de una periodista llamada Rocío P. Benavente, que lo ha publicado en el blog "Mujeres con Ciencia", un blog de la Universidad del País Vasco. Encuentro el texto tan correcto y tan claro que he decidido incluirlo en mi blog "Mujeres por descubrir", dando crédito a su autora, como hay que hacer en estos casos.
Entre 1972 y 2021, Estados Unidos ha lanzado al espacio un total de nueve satélites del programa Landsat. El objetivo de estos dispositivos es devolver a la Tierra imágenes detalladas de su superficie con distintos fines de investigación. Para lograrlo hay que utilizar sofisticados sistemas de procesamiento de imágenes, de forma que los datos se transmitan e interpreten correctamente y el potencial de sus observaciones no se pierda por el camino. Valerie Thomas, inventora y científica contra todo pronóstico, fue una de las responsables de desarrollar esos sistemas de procesamiento de imagen.
Thomas nació en febrero de 1943 en Maryland, California, y es un ejemplo más para la larga lista de mujeres que siguieron sus inquietudes científicas por una cuestión, casi, de cabezonería personal y a pesar de no contar con la ayuda de su entorno. Y eso que su padre sí tenía algunos conocimientos técnicos y científicos.
De hecho su primera curiosidad por esa rama del conocimiento apareció un día que vio a su padre cacharrear con las tripas de la televisión para arreglarla. Ella quería saber cómo funcionaba. Alrededor de los 8 años cayó en sus manos un libro titulado The Boys First Book on Electronics —El primer libro de los chicos sobre electrónica–, y ella lo llevó a casa esperando que su padre le ayudase a poner en marcha alguno de los proyectos que aparecían en él, pero no fue así.
En esa época, Thomas asistía a un instituto femenino donde tampoco se impulsó su vocación técnica, ya que no se consideraba una opción para las mujeres. En un momento de tensiones raciales y lucha por los derechos civiles, Thomas, una adolescente negra, tenía una desventaja añadida para recibir una educación completa en ese campo. Para ella sus intereses eran, sobre todo, un empeño personal.
Esto cambió al pasar a la universidad. Thomas se matriculó en la Morgan State University y fue una de las dos únicas mujeres que hicieron estudios de física. Era muy buena estudiante y pronto tuvo suficientes conocimientos de matemáticas como para entrar a trabajar como analista de datos en la NASA.
Entró en la agencia espacial en 1965. En 1976, asistió a un seminario científico donde se produjo la demostración de una ilusión óptica en la que se engañaba al espectador para que creyese que una bombilla seguía encendida, incluso después de haber sido desenroscada de su sitio, utilizando un complejo juego de espejos. Esto despertó su vocación de inventora y decidió empezar a trabajar con espejos ella misma, cóncavos y planos, consiguiendo por ejemplo generar la ilusión de que podía reflejarse un objeto que en realidad estaba detrás del cristal y produciendo así ilusiones tridimensionales.
Empezó a experimentar y a estudiar cómo se relacionaba un objeto y su reflejo respecto a las distintas imágenes y posiciones que se percibían al utilizar distintos espejos. Pensó que si era posible presentar y transmitir este tipo de imágenes de forma realista, en el futuro ese conocimiento y técnicas servirían para realizar grandes mejoras en los sistemas de vídeo y televisión.
En 1980 obtuvo la patente de su transmisor de ilusiones, un sistema que utilizaba un espejo cóncavo en el lado del emisor y otro en el del receptor para producir ilusiones ópticas. Este sistema y algunas de sus variantes sigue siendo utilizado hoy por la NASA en programas de observación espacial, y se han estudiado para implementarse en herramientas médicas y quirúrgicas para observar en el interior del cuerpo de los pacientes durante una operación, entre otras cosas.
Dentro de la NASA, Thomas se encargó durante más de diez años de supervisar los trabajos de procesamiento de imagen del programa Landstat, el primero que sirvió para conseguir imágenes de la Tierra desde el espacio. Gracias a estas imágenes pudo ayudar a predecir, entre otras cosas, problemas con las cosechas en distintos lugares del mundo. A medida que avanzaban en el conocimiento y la información que estas imágenes podían proporcionar, la tecnología y los sistemas empleados también avanzaban para poder compartirlas y transmitirlas a otros lugares del mundo.
A pesar de su talento, la carrera de Thomas en la NASA estuvo marcada por el hecho de ser mujer y afroamericana, y tuvo que trabajar especialmente duro para ascender; llegó a ocupar el puesto de jefa de la Oficina de Operaciones de Datos de Ciencia Espacial de la NASA. Durante su tiempo allí contribuyó al desarrollo de programas informáticos que se utilizaron en la investigación sobre el cometa Halley, sobre el agujero y la capa de ozono y la tecnología satelital en su conjunto. Se retiró de la agencia en 1995.
En recuerdo de sus años de estudiante, cuando no tuvo mucho apoyo para sus aspiraciones, Thomas ha participado en programas que buscan despertar y alimentar las vocaciones científicas entre los jóvenes, especialmente entre las chicas, tanto desde la NASA como en un papel de mentora dentro de distintas organizaciones con ese fin.
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