Empiezo por reconocer que con Rosario Cepeda no soy imparcial. Escribí este texto hace ya años, cuando todavía no podía imaginar que alguna vez existiría este blog. Desde entonces, he repetido este texto en todos los blogs que he tenido y pienso que sería injusto permitir que volviera a sumirse en el olvido. Porque incluso para muchos gaditanos es una gran desconocida (1) y su nombre sólo les suena por una calle del casco antiguo. Opino que su cuidad natal no se ha portado bien con ella: No existe ningún colegio con su nombre, a pesar de lo mucho que hizo por las maestras y la educación de las niñas, como veremos. En internet tampoco se prodiga la información sobre ella. Hay poco escrito sobre ella. Y mal, con errores y grandes omisiones. Para conocer bien al personaje recomiendo el libro de Isabel Azcárate.
Por ello, algunas personas que lean esto reconocerán estas palabras por segunda o tercera vez. A riesgo de resultar pesada y repetitiva, regreso a ella porque se lo merece de sobra, y que me perdonen los que hayan leído ya el texto.
Rosario Cepeda nació en 1756. Era hija de Francisco Cepeda, caballero de la Orden de Calatrava, Regidor Perpetuo de la ciudad, alguacil mayor de la Inquisición y de su segunda esposa, Isabel Mayo.
Rosario era, por tanto, una privilegiada pues aunque su padre no tenía título de nobleza era de posición más que acomodada y pertenecía a esa casta que por herencia ostentaba el poder en una ciudad que por entonces era culta, cosmopolita y el centro del comercio con América. Lo natural en una mujer nacida en una familia como la suya era que se hubiera casado con algún miembro de otra de las familias principales de la ciudad y hubiera llevado una vida tranquila y confortable, auxiliada por un buen número de criados, poseyendo esclavos, carruajes, varias casas, alguna finca en el campo y toda clase de comodidades.
Pero sus padres debieron ver algo diferente en ella. En lugar de limitar su educación al baile, la música, algunas labores y a saber manejar una tropa de servidores, le pusieron un preceptor, Juan Antonio González de Cañaveras. En poco más de un año los avances de la niña fueron tan extraordinarios que se quiso dejar constancia pública de su excelencia haciendo que un equipo de expertos en diferentes materias la examinara públicamente para mayor honra de Mª del Rosario y ejemplo para la juventud … para que inflamados los espíritus de nuestras jóvenes se estimulen a su imitación, huyendo de la ociosidad, amando la instrucción y el estudio, para esplendor de la patria y digno esmalte de la sociedad (2).
Folleto sobre el examen realizado por Rosario Cepeda, inserto en las Actas Capitulares, Archivo Municipal de Cádiz |
En septiembre de 1768, todavía con 12 años de edad, Rosario fue sometida a un examen público de nueve horas de duración, repartidas en tres días, ante un auditorio de más de trescientas personas. Conocemos con detalle el desarrollo de la prueba porque el Ayuntamiento, temeroso de que con el tiempo se olvidara esta hazaña, decidió publicar un folleto de veinte páginas donde se relató todo al detalle. Un ejemplar de dicho folleto se insertó en las Actas Capitulares, donde yo lo vi por primera vez.
Intervino la niña en primer lugar, exaltando la misión de la madre y su necesidad de estar instruida para poder cumplir con su misión de educadora, atreviéndose a denunciar el hecho de verse reducidas frecuentemente las mujeres a sólo las tareas domésticas, y a otras tareas y ocupaciones “impropias de un alma racional”. Cuando terminó su discurso comenzó propiamente el examen, que constó de las siguientes pruebas:
– Fray Tomás de Aquino, carmelita descalzo, la interrogó sobre Historia Sagrada, respondiendo a todas las preguntas sin ningún error. Juan de Tamariz, alcalde mayor de la ciudad, la examinó de Gramática. A continuación, fray Pedro Rodríguez de Mohedano, autor de la Historia Literaria de España la examinó sobre los puntos más difíciles de la ortografía de la lengua castellana. El famoso cartógrafo Vicente Tofiño (3) la examinó de Geometría. Para terminar la primera sesión de tres horas, Juan Lombardón, Ayudante General Mayor de la Armada y profesor de la Escuela de Guardias Marinas de Cádiz, la interrogó sobre la esfera terrestre y el atlas le hizo señalar los accidentes de la tierra y sus divisiones en imperios, monarquías, etc. Sus respuestas fueron tan exactas que el público interrumpió numerosas veces con aplausos.
– El segundo día comenzó Rosario dirigiendo a los asistentes un discurso en francés. Después la interrogó en esta lengua José Carbonell, Bibliotecario y profesor Idiomas en la Real Academia de Caballeros Guardias Marinas (4), quien le hizo traducir unos textos de las obras de Bossuet y Fenelón. También hizo un dictado en esta lengua que ejecutó con toda perfección. Vicente Tofiño le preguntó sobre las causas de los eclipses, sobre las medidas que usaban los antiguos y las que se usaban en ese momento, sobre los movimientos de los astros y diferencias entre los sistemas de Ptolomeo, Ticho Brahe y Copérnico. Para terminar la segunda sesión, Juan Lombardón le preguntó sobre temas de cronología.
– La tercera sesión empezó con un discurso de Rosario en latín, exaltando el beneficio de una buena educación, ponderando su deseo de conseguirla y su gran amor al estudio. A continuación fue examinada de Gramática Latina por Fray José de San Andrés, Definidor General de los Mercedarios Descalzos. Se le hizo escribir en este idioma por el mismo método que en el examen de francés y traducir al castellano cinco fábulas de Esopo. Se examinó a continuación de Heráldica y Geografía Humana, y para terminar recitó en griego una oda de Anacreonte. Agotadas las tres horas de la tercera sesión, no dio tiempo a ser examinada de italiano y aritmética, lo que también estaba previsto.
El entusiasmo que levantó la demostración de la niña fue tal que unos días después el Ayuntamiento reunió a los Capitulares y acordaron premiar a Rosario ya que, según el procurador mayor, era sentir de todos los concurrentes al acto que no se había dado ejemplo similar en toda Europa. Decidieron por unanimidad que dos regidores pasaran a cumplimentarla en nombre del Ayuntamiento y notificarle que, en premio a sus reconocidos méritos, la ciudad la elevaba a la alta dignidad cívica de Regidora Honoraria de la ciudad de Cádiz con sueldo igual al que obtenían los caballeros capitulares, y de forma vitalicia. Seis meses después, un Despacho Real sancionaba el acuerdo tomado por el cabildo de Cádiz, honrando a Rosario Cepeda Mayo con la dignidad de “Regidora Honoraria de la ciudad de Cádiz” y con una pensión vitalicia de 550 reales de vellón.
Continuó Rosario su vida familiar y no tenemos noticias de ella hasta que en 1774, a los 18 años, se casa con el teniente coronel Pedro Fernández de Gorostiza, viudo de 41 años. Después del nacimiento de su primogénito en 1777 se traslada a Madrid, donde en seguida cobra fama de ser una de las mujeres más cultas de España. Su prestigio hizo que fuera seleccionada por Carlos III para dar inicio a la Junta de Damas, la cual, anexa a la Sociedad Económica Matritense, prestó importantes servicios en el campo de la beneficencia, la educación y la industria. Hubo sus más y sus menos sobre la admisión de mujeres en la Sociedad Económica Matritense, representando Cabarrús y Jovellanos las posturas en contra y a favor sobre dicha admisión. Finalmente, como se ha dicho, Rosario y otras trece señoras más, de probado prestigio y cultura, fueron admitidas en 1787, formando la Junta de Damas de la Sociedad Económica Matritense. En un primer momento Rosario se ocupó de asuntos relacionados con la educación, sobre todo en el campo de la formación profesional de las mujeres de clases humildes. La Junta de Damas se hizo cargo de cuatro escuelas y fijó las normas. Abrió la profesión de maestras a todas las mujeres, independientemente de su estado civil, pues hasta entonces debían ser viudas; fijó para ellas una asignación económica digna y estableció que para obtener el puesto de maestras debían pasar por un examen-oposición, convocado públicamente, exámenes de los que fue hecha responsable Rosario Cepeda.
Al poco tiempo tuvo Rosario que marchar a México, al ser nombrado su marido gobernador de Veracruz en 1789. Partieron del puerto de Cádiz e iba Rosario embarazada de su tercer hijo, que nació a los dos meses de llegar la familia a América. Permanecieron allí cinco años, hasta el fallecimiento del marido en 1794. Rosario volvió a España con sus tres hijos y se estableció de nuevo en Madrid, regresando a su participación en la Junta de Damas. Es entonces cuando desarrolla más actividad, pues además de ostentar varios cargos directivos, al tema de la educación suma su trabajo en pro de las mujeres que sufrían los duros efectos de la marginación social. A su actividad en las escuelas une el trabajo en las cárceles de mujeres y la casa de niños expósitos.
Mujeres en la cárcel. Obra de Eugenio Lucas en el Museo del Prado |
Ya podemos imaginar cómo eran las cárceles de mujeres, de las que había en Madrid tres. Entre la suciedad se hacinaban, mezcladas, culpables de crímenes, prostitutas (muchas de ellas con enfermedades venéreas) y mujeres que simplemente se habían visto en el trance de mendigar. Las condiciones miserables en que se debatían las reclusas en aquella prisión hacía que muchas de ellas envejecieran y murieran antes incluso de que se celebrara el juicio. Con diferencia era el sector más abandonado de la beneficencia y el mayor foco de marginación, quitando algo de brillo a esa imagen de la España Ilustrada que nos presentan para esa época. En aquellas cárceles malolientes Rosario y la condesa de Montijo se emplearon a fondo, enseñando a los hombres el camino a seguir en ayuda de los presos. Por ello han sido calificadas como las precursoras de Concepción Arenal. . La condesa de Montijo creó una asociación que se ocupara de enseñar a aquellas presas oficios que les permitieran conseguir pequeños ingresos y prepararlas para afrontar el momento de volver a pisar la calle, buscar trabajo y poder vivir dignamente. De este modo nació la Asociación de Presas de La Galera y constituyó una novedad sin precedentes en toda España.
La condesa de Montijo. Obra de autor desconocido en colección particular |
Las casas de niños expósitos presentaban una situación aún más terrible. La tasa de mortalidad era del 80-90% debido al hambre, las enfermedades y la suciedad. Hasta que la condesa de Montijo propuso que la Junta de Damas se hiciera cargo de la Casa de Expósitos de Madrid, lo que consiguieron después de dos años de lucha. Rosario Cepeda, por entonces vicepresidenta de la Junta de Damas, tuvo un papel fundamental en la reforma de la institución, logrando en poco tiempo reducir la mortalidad del 96 al 4%, cosa que admiró a todo el mundo. El Manual de Organización que redactó Rosario fue el modelo a seguir por estas instituciones durante mucho tiempo.
Continuó también ocupándose de las escuelas, haciendo hincapié en que a las mujeres humildes, además de un oficio, se les diera enseñanza de tipo intelectual, justificándolo con el aumento de la autoestima de las interesadas, la disminución del peligro de que se lanzaran a matrimonios no deseados por la simple necesidad de sobrevivir, y el hecho de que estarían en mejores condiciones para educar a sus hijos. Todo esto dejó por escrito multitud de veces con ocasión de presentar peticiones, informes o memorias. Consta. No es fantasía ni exageración. Hace más de 200 años había en España mujeres con esa forma de pensar, dispuestas a renunciar a su vida cómoda y ociosa sin ninguna remuneración ni compensación por ello.
En 1805 la condesa de Montijo, de la que Jovellanos dijo que era la mejor mujer que había conocido en España, es desterrada de la corte por Godoy (5), por cuestiones políticas. Y en esos momentos tan difíciles Rosario tiene que hacerse cargo de la secretaría de la Junta de Damas. Tres años después, en 1808, con la invasión napoleónica, Rosario Cepeda renuncia a su cargo y desaparece de la vida pública. Desde su casa pudo presenciar todos los sucesos de aquellos días. Además, sufría porque sus tres hijos estaban divididos por sus ideas políticas. Finalmente, el despreciable Fernando VII trató por igual a los que lo apoyaban y a los que lo combatían, y los tres hijos de Rosario terminaron exiliados en Francia. Cuando ella murió, en 1815, ninguno de ellos pudo estar a su lado.
La honradez de Rosario y su marido, que no se aprovecharon de sus cargos para enriquecerse, y la dedicación desinteresada de ella durante tantos años a la defensa de los derechos de los marginados sociales tuvo como resultado que la familia viviera siempre de forma modesta y sin excesos. Su marido no dejó al morir herencia alguna (y había sido gobernador de Veracruz durante cinco años, igualito que los políticos actuales) y ella no pudo dejar a sus hijos ninguna fortuna.
Por supuesto, Rosario Cepeda no aparece en ningún santoral feminista, ni falta que le hace. Sólo desearía, por un elemental sentido de la justicia, que en su ciudad natal algún centro educativo llevara su nombre. Fue una mujer excepcionalmente culta para la época en la que vivió y desinteresadamente entregada a los más desfavorecidos, adelantada a su tiempo en muchas cosas.
Escribió el Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, Memoria sobre las casas de Expósitos, y el Elogio de la Reyna. Destaca su obra Las mujeres vindicadas de las calumnias de los hombres, que escribió junto con Juan Bautista Cubié, ensayista, bibliotecario, escritor y periodista de la segunda mitad del siglo XVIII.
Que Cádiz da mujeres de bandera. Y punto.
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(1) Solamente existe, que yo conozca, una publicación sobre ella. Es una pequeña biografía escrita por Isabel Azcárate, titulada “Una niña regidora honoraria de la ciudad de Cádiz”. Fue publicada por Quorum Editores en Cádiz en el año 2000. De este libro he tomado algunos datos datos, aunque los he redactado a mi modo. La mayor parte de lo que sé sobre Rosario Cepeda procede directamente de la documentación, cuando investigaba para una tesis doctoral sobre los regidores perpetuos de Cádiz, frustrada por una grave enfermedad.
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(2) Los textos en cursiva están tomados de las Actas Capitulares.
(3) Gaditano, director de la Real Academia de Caballeros Guardias Marinas, cuyo Atlas Marítimo de España es la obra cumbre de la cartografía de su época.
(4) Dominaba francés, inglés, italiano, árabe, latín, griego y hebreo. Buen matemático y humanista.
(5) Godoy la odiaba de tal forma que consiguió que fuera juzgada por la inquisición. A causa del destierro la condesa de Montijo murió en 1808 en Logroño. Sus hijos también fueron desterrados.
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