1. Esto no se ha acabado, quedan muchas mujeres olvidadas que rescatar. Pero de muchas de ellas no vamos a poder decir: "fue la primera que", porque entraremos en otra época, el siglo XX y el momento presente. Pero, aunque incluso estén vivas, son mujeres que hay que traer a primer plano porque lo merecen, lo merecen tanto como Sofía Brahe (siglo XVI) y otras. No lo merecen menos porque lo hayan tenido más fácil. No todas las que lo tienen fácil aprovechan esa facilidad. De forma que el homenaje sigue,
2. No mencionaré nombres, pero sí bastantes cifras, hasta miles de millones. La cantidad que aportan unas posibilita la calidad que alcanzan otras. Hoy es el turno de las mujeres sin nombre donde casi todos vamos a poder incluir a nuestras madres, abuelas, hermanas. Así que cada cual le ponga nombre al título.
El trabajo de cuidados no remunerado es el “motor oculto” que sostiene la vida de muchas personas en el planeta, y mantiene la existencia de empresas y sociedades (Oxfam Intermón 2020). Son las mujeres las que realizan más de las tres cuartas partes de este trabajo. Las mujeres y niñas dedican 12 500 millones de horas diarias a ese trabajo sin reconocimiento ni salario que engloba actividades como el cuidado de niños y niñas, personas mayores, enfermas o discapacitadas, además de tareas domésticas como cocinar, lavar o ir a buscar leña o agua. Ese tiempo supone una contribución a la economía mundial de al menos 10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el volumen de la industria mundial de la tecnología, es decir, del gasto total en tecnología que realizan en todo el mundo personas, empresas y gobiernos. En muchas ocasiones, las mujeres tienen que reducir su jornada laboral o renunciar a sus empleos para poder cuidar a los demás. En todo el mundo, el 42 % de las mujeres no puede acceder a un empleo remunerado porque son las responsables del trabajo de cuidados, en comparación con tan solo el 6 % de los hombres.
Las más “afortunadas” constituyen dos terceras partes de la mano de obra que se ocupa del trabajo de cuidados remunerado. Empleos como el de enfermera, trabajadora del hogar o cuidadora, a menudo están mal pagados, no tienen derechos laborales, conllevan un horario irregular y pueden suponer un importante desgaste físico y emocional.
Se prevé que, durante la próxima década, aumente la presión sobre las personas que se dedican al sector de cuidados, tanto remunerado como no, debido al crecimiento y envejecimiento de la población mundial. Se estima que para el año 2030, 2 300 millones de personas necesitarán cuidados; 200 millones más que en 2015. Además, el cambio climático podría empeorar la inminente crisis de las tareas asistenciales. Se calcula que, en 2025, hasta 2400 millones de personas vivirán en zonas donde no habrá agua suficiente, y las mujeres y las niñas se verán obligadas a recorrer mayores distancias para conseguirla.
El informe de Oxfam Intermón afirma que un incremento de tan solo el 0,5 % adicional en el tipo del impuesto que grava la riqueza del 1 % más rico de la población mundial durante los próximos 10 años permitiría recaudar los fondos suficientes para crear 117 millones de puestos de trabajo de cuidados en sectores como la educación, la salud, el cuidado infantil y la asistencia a las personas mayores.
Además, los gobiernos invierten muy poco en infraestructuras y servicios públicos vitales que también podrían contribuir a reducir el trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres y las niñas. Las inversiones en sistemas de suministro de agua y saneamiento, electricidad, cuidado de menores y asistencia médica podrían liberar parte del tiempo que las mujeres y niñas dedican a estas tareas y mejorar su calidad de vida. Un gran número de países se enfrenta al reto que supone el envejecimiento de la población en un contexto en el que cada vez menos personas se dedican a proporcionar los cuidados y la atención que las personas mayores necesitan.
En la actualidad, el 11,5 % de la mano de obra a nivel mundial se dedica al trabajo de cuidados remunerado y, a medida que la población mundial siga envejeciendo, la demanda de estos cuidados se incrementará considerablemente y el sector asistencial podría suponer una gran cantidad de empleos dignos para millones de personas.
Según la Confederación Sindical Internacional (CSI), una inversión pública directa en la economía de los cuidados equivalente al 2 % del PIB en tan solo siete países de renta alta permitiría crear más de 21 millones de puestos de trabajo, de los cuales entre el 75 % y el 85 % estarían ocupados por mujeres. Sin embargo, si se ignora la necesidad de invertir en estos puestos de trabajo, serán las reglas del mercado las que se encarguen de proveer servicios de cuidados, con la consiguiente precariedad de salarios y el deterioro de las condiciones de trabajo, al mismo tiempo que se reduce la accesibilidad, la asequibilidad y la calidad de estos servicios.
No parece que tengamos una buena perspectiva global en el sector de los cuidados y tampoco, a corto plazo, auguramos para las mujeres un futuro de equidad, corresponsabilidad y recursos en el ámbito doméstico. Si focalizamos la situación en el primer mundo, en un núcleo familiar tradicional y le ponemos rostro y nombre a uno de los adultos, nos podemos encontrar con que esa persona ha perdido por completo el control de su vida, con un sentimiento de estar obligada a procurar el bienestar de los suyos olvidándose de su propia salud física y mental.
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