Sofía Mikhailovna Pereiaslavtseva nació el 29 de septiembre de 1849. Era hija de Mikhail Pereiaslavtsev, coronel del Ejército ruso. Sus primeros estudios los cursó en Kursk, donde, con la excepción de un año en San Petersburgo, vivió hasta 1870. Pasó después dos años en Kharkov, sede de una universidad importante y de varios institutos científicos. Su primer trabajo publicado fue un estudio de los lepidópteros de la provincia de Vorónezh; también hizo estudios taxonómicos de la fauna del distrito de Kharkov.
La primera mitad de la década de 1860 fue un momento muy interesante en la historia rusa. Fue la época de las “Grandes Reformas”. En 1861 se abolió la servidumbre y se adoptaron decisiones políticas de gran calado. Fue una época excelente para los jóvenes varones, que disfrutaron de más libertad y mejores perspectivas de las que habían tenido generaciones anteriores. El interés por las ciencias naturales se extendió en la sociedad, en sintonía con una nueva mentalidad propia de un cambio de época. Las jóvenes no quedaron al margen de las tendencias del momento, aunque por su posición secundaria en las familias y en la sociedad, tuvieron acceso a ellas a través de sus hermanos varones, maestros de escuela y tutores privados, y mediante la prensa. Se puso de moda asistir a conferencias de divulgación científica, formar parte de un pequeño círculo juvenil que discutía sobre ciencia, filosofía y política, y que leía libros, también sobre ciencias naturales.
Ese fue el caldo de cultivo en el que surgió una generación que protagonizaría un fenómeno paradójico, como fue el liderazgo que ejerció un grupo de jóvenes rusas en el acceso a estudios superiores en carreras científicas y matemáticas en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX.
He calificado el fenómeno como paradójico precisamente porque en el siglo XIX, con algunas notables excepciones y durante periodos limitados de tiempo, las universidades rusas no admitían mujeres. Las que estaban interesadas en el estudio de las ciencias naturales o, incluso, a dedicarse profesionalmente a ello, debían intentar otras vías para satisfacer sus intereses.
Existieron tres las vías para conseguirlo:
La primera opción era enfrentarse a la burocracia, en la confianza de que antes o después, conseguirían su objetivo.
La segunda consistía en salir del país e ir a estudiar a algunas de las universidades europeas en las que admitían mujeres; a partir de 1870 cada vez fueron más las que optaron por esa vía.
La tercera era hacerse autodidactas, que fue la que eligieron de forma mayoritaria las mujeres.
Sofía Pereiaslavtseva fue una de las protagonistas de ese fenómeno. De Kharkov viajó a Zúrich en 1872. Por entonces, la ciudad suiza se había convertido en un destino muy apetecido por las jóvenes rusas que salieron a estudiar a países extranjeros. Sofía fue una de las organizadoras de la “Biblioteca Pública Rusa”, que se convirtió en el centro de la juventud revolucionaria. Se involucró en las actividades políticas en torno a los intelectuales rusos exiliados Mikhail Bakunin y Peter Lavrov. Sofía era seguidora de Lavrov, de ideas más reformistas que revolucionarias, y en enero de 1874 fue nombrada bibliotecaria de la Biblioteca Lavrista, una pequeña escisión de la original, Bakunista.
Las actividades de los jóvenes rusos fuera de su país atrajeron la atención de la “Tercera Sección” (la policía secreta del Zar) y el gobierno decretó el regreso de los estudiantes rusos de las universidades europeas a su tierra natal, amenazándolos con represalias en caso de desobediencia. Sofía, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, optó por quedarse en Zúrich para terminar sus estudios.
Durante su estancia en Suiza aprovechó para visitar la Stazione Zoologica de Nápoles, que había sido fundado solo cuatro años antes y es hoy uno de los centros más antiguos del mundo de biología marina. Ella fue la primera mujer que visitó el laboratorio napolitano, donde recogió muestras que le servirían para su investigación doctoral.
En 1876 defendió su tesis doctoral en ciencias (titulada, en alemán, Vorläufige Mittheilungen über die Nase der Fische), que trató sobre la forma y la función del órgano del olfato en peces. Se convirtió así en una de las primeras mujeres en obtener un doctorado en ciencias en el mundo y quizás la primera en conseguirlo en zoología y en biología marina. Tras completar su doctorado, Pereiaslavtseva retornó a Rusia.
En aquella época, las sociedades científicas rusas –de creación, en consonancia con los nuevos tiempos, relativamente reciente– aceptaban mujeres. La pertenencia a las sociedades permitía asistir a las sesiones, presentar los trabajos propios ante el resto de miembros, acceder a la biblioteca y colección de ejemplares de la sociedad, y a sus revistas. A finales de los setenta ya aparecen nombres femeninos en las revistas científicas y durante los ochenta su número se elevó de forma significativa. También aumentó su presencia en las reuniones científicas.
Ese es el ambiente con que se encontró Sofía a su retorno a Rusia. Se incorporó a la Estación Biológica de Sebastopol –fundada en septiembre de 1871–, para sustituir de forma temporal a quien era su primer director, V. N. Ulyanin. La incorporación se produjo a instancias de Alexander Kovaleski, catedrático de la Universidad de Novorosíisk y secretario de la Sociedad de Naturalistas de Novorosíisk. Su investigación se orientó al estudio de la embriología y anatomía de los invertebrados del Mar Negro.
Pereiaslavtseva no solamente se incorporó como investigadora, sino que desempeñó también las funciones de directora, puesto que esa era la posición que ocupaba Ulyanin. Cuando se reincorporó este, a ella se le asignó una ayuda de 150 rublos para que continuase su investigación.
Durante los años en el laboratorio su investigación se centró en el desarrollo embrionario de anfípodos y turbelarios. Catalogó 200 especies animales del Mar Negro, incluyendo 105 protozoos (ciliados, principalmente). Publicó numerosos artículos científicos y dos monografías bellamente ilustradas sobre la fauna de la zona. Una de ellas, la más valiosa, fue la monografía sobre turbelarios, la primera publicada en ese campo, que es considerada hoy todo un clásico en la literatura zoológica. También publicó la primera carta náutica de la fauna de la Bahía de Sebastopol.
En 1880, Ulyanin dejó su puesto con carácter definitivo y Kovalevski se ofreció a asignar su puesto a Pereiaslavtseva, con la condición de que su salario fuera de solo 50 rublos al mes. La propuesta tuvo el respaldo de la Sociedad de Naturalistas de Novorosíisk, a la que pertenecía la Estación Biológica. Pereiaslavtseva aceptó y pasó a ocupar el puesto de directora durante diez años, desde 1878 hasta 1888, cuando fue asumido por Aleksander Kovaleski. Se convirtió así en la primera mujer en dirigir una institución científica en Rusia y muy probablemente en el mundo. En 1889 el VIII Congreso de Naturalistas y Médicos Rusos la eligió como directora de su sección de Zoología.
Aunque cesase como directora en 1888, Sofía se mantuvo como zoóloga jefa hasta 1891, cuando tras una fuerte disputa con Kovaleski, renunció a su puesto y dejó Sebastopol. Se encontró entonces en una situación difícil. Sin ningún medio de vida, pasó algún tiempo con sus parientes en San Petersburgo, haciendo ocasionales trabajos de traducción (la única forma, además de enseñar, que permitía a las mujeres rusas con estudios ganar algo de dinero) pero no pudo ganarse la vida de esa forma.
Sin embargo, al año siguiente, la Sociedad Imperial de Moscú de Naturalistas le otorgó una beca para desplazarse al extranjero, lo que le permitió volver a visitar la Stazione Zoologica de Nápoles, donde permaneció durante 15 meses, entre 1893 y 1894. En esta ocasión ocupó de forma “oficial” una de las “mesas rusas”; la Estación Zoológica disponía de puestos de investigación cuyo uso era sufragado, mediante el pago de un alquiler, por gobiernos, universidades y centros de investigación extranjeros. Sofía ocupó uno de esos puestos. Su primera estancia, la que hizo mientras residía en Zúrich, no había tenido ese carácter oficial. Pudo dedicarse así a estudiar la fauna de la Bahía de Nápoles y del sur de Francia.
Mientras ocupaba la mesa rusa de Nápoles, tuvo conocimiento de que se le había concedido el premio Kessler de la Sociedad Rusa de Científicos Naturales por su monografía sobre los turbelarios del Mar Negro.
El año siguiente, el IX Congreso de Naturalistas y Médicos Rusos recaudó suficientes fondos como para poder costearle una estancia en París, donde trabajó durante dos años en el Museo Nacional de Historia Natural. En el Museo parisino trabajó en el desarrollo de varias especies de arácnidos. Aprovechó la estancia para visitar la Estación Biológica de Roscoff. Abandonó Francia cuando se le acabaron los fondos.
En 1903 volvió a Odesa, con la esperanza de continuar sus investigaciones zoológicas en Sebastopol. Su situación era tan difícil que su viejo amigo, el profesor de botánica de la Universidad de Novorosíisk, Liudvig Al’bertovich Rishavi, publicó una nota en el periódico de la ciudad, Odesskii listok:
"Sin medios para vivir, ganándose el pan con traducciones de lenguas extranjeras, entre una indigencia pecuniaria increíble, a veces medio muerta de hambre, Sofía Mikhailovna continuó su labor científica, siguió publicando sus artículos científicos, lo que le dio una reputación europea… Como viejo amigo de S M Pereiaslavtseva, creo que mi deber es informar mediante esta carta a todos sus conocidos y simpatizantes y también a todas las mujeres educadas que aspiran a la educación superior sobre la difícil y casi desesperada situación de Pereiaslavtseva".
La Academia de Ciencias de San Petersburgo le envió algo de dinero.
Llegados a este punto, las fuentes consultadas discrepan con respecto a su final. Según la Wikipedia (francesa, Sofía M Pereiaslavtseva acabó siendo incorporada, en 1903, como profesora de zoología comparada a la Universidad de Novorossíisk.
Las otras fuentes barajan la posibilidad de que muriese por un tumor cerebral, aunque algunos de sus amigos insistieron después en que había muerto de hambre a causa de la penuria en la que transcurrieron los últimos meses de su vida. En cualquiera de estos casos, la muerte le sobrevino en Odesa el 1 de diciembre de 1903 a la edad de 54 años.
Pereïaslavtseva era una científica concienzuda y extraordinariamente exigente consigo misma. En sus investigaciones sobre el desarrollo no se conformó, como era habitual, con observar las fases consideradas más importantes. Eso implicaba que en ocasiones se quedaba observando el embrión durante las siguientes 30 a 36 horas a la puesta, y con interrupciones ocasionales de dos o tres horas, proseguía las observaciones de las siguientes fases. Era una de las zoólogas más respetadas de su tiempo. Sus dificultades para alcanzar una situación estable son buena muestra de las dificultades que sufría las mujeres científicas en aquella época, si no contaban con el apoyo de un científico varón o una fuente de ingresos propia. De su altura científica son buena muestra los hitos de su biografía consignados aquí, con logros a la altura de un ramillete muy escogido de grandes figuras.
Para saber más:
- Mary R. S. Creese (2015): Ladies in the Laboratory IV: Imperial Russia´s Women in Science, 1800-1900: A Survey of Their Contributions to Research. Rowman & Littlefield Publishers.
Sabrina Graber (2021): Sofia Pereiaslavtseva: A pioneer in marine zoology & research institution management. The European Marine Biological Resource Centre (EMBRC)-News.
Olga Valkova (2008): "The Conquest of Science: Women and Science in Russia, 1860–1940". Osiris 23 (1): 136-165.
Wikipedia: Sofia Pereïaslavtseva.
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