miércoles, 30 de septiembre de 2020

19. El calvario de las primeras universitarias españolas

 


 

María Isidra de Guzmán
En España, el acceso de la mujer a la universidad no se produce hasta finales del siglo XIX, a cuentagotas y con más obstáculos y dificultades que los que se imponían a sus compañeros. Si bien habían existido excepciones como la de María Isidra de Guzmán, la primera mujer española en alcanzar el grado de doctora ya durante el siglo XVIII, la llegada de la contemporaneidad será la que acerque a las mujeres de forma masiva a las aulas universitarias. No obstante, hay que destacar que durante gran parte del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, la presencia de la mujer en la universidad española es minoritaria y se localiza en determinados estudios considerados por la sociedad como más adecuados para el papel que desarrolla en el núcleo familiar.



A día de hoy las universitarias son mayoría entre los estudiantes, llegando a representar el 58% de los alumnos matriculados en España. Igualmente, todos sabemos que, aun actualmente en las universidades hay carreras altamente feminizadas, con una presencia masiva de mujeres cursando aquellos grados. Medicina, Farmacia y Veterinaria han superado, desde hace tiempo, el 70% de alumnado femenino. En base a estos datos debemos plantearnos una serie de preguntas. ¿Cuándo empieza el proceso de feminización de algunas carreras universitarias? Las mujeres pioneras que entraron la universidad, ¿qué obstáculos legales padecieron para poder acceder? ¿Solo fueron obstáculos jurídicos, o también de naturaleza social y cultural? ¿Porqué, a lo largo del siglo XX, se ha considerado que unas determinadas carreras son supuestamente más aptas para las mujeres?


La universidad que organiza el Estado liberal de mediados del siglo XIX, después de las revoluciones liberales, tiene poco a ver con la universidad actual. En esos momentos, existían diez universidades repartidas por todo el país (Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Oviedo, Santiago de Compostela, Sevilla, Granada, etc.), enfocadas a la élite y con el monopolio de la Universidad Central de Madrid sobre los cursos de doctorado. En estas universidades se podían cursar cinco carreras que daban lugar a un título y a una profesión titulada: Derecho, Medicina, Farmacia, Letras y Ciencias.

Para acceder a la universidad era condición sine qua non el título de Bachillerato y pagar las matrículas y los títulos. Eran carreras largas y caras a las que se les debía sumar los costes de desplazamiento y alojamiento si no se residía en la ciudad donde se encontraba el centro. Por lo tanto, era una universidad enfocada a las clases medias y a las clases altas. Una universidad reservada al género masculino, aunque no existía ningún obstáculo legal, en teoría, que imposibilitara la entrada de la mujer en la universidad. No obstante, si no existía tal prohibición es porque ni siquiera se consideraba la posibilidad de que la mujer se formara en estudios superiores.


A finales del siglo XIX, las mujeres de clase media y alta recibían educación y formación en sus casas mientras esperaban un matrimonio adecuado.


Era, eso sí, un tipo de educación muy concreto. Aprendían a leer, escribir, costura y bordado. Si se buscaba una educación más esmerada, un poco de geografía, historia, música y, en algunos casos, dibujo y francés. Esta educación se ha denominado “de adorno”. Trataba de dotar de un barniz cultural a las mujeres y  que dominasen algunas habilidades con la única finalidad de alternar en los salones.


Por lo tanto, esta formación no tenía como fin el mundo profesional. Tampoco cultivar la intelectualidad, sino el disponer de una cierta cultura general de la que poder presumir en los acontecimientos sociales. En ningún caso esta educación podía rebasar los límites que la sociedad decimonónica había impuesto a las mujeres.


Las mujeres finalizaban su educación aproximadamente a los quince años de edad, momento en el cual eran presentadas en sociedad y empezaban a acudir a tertulias, paseos y teatros, entre otros esparcimientos. Era el momento de conseguir un marido, casarse y formar una familia. En el caso de no conseguir matrimonio eran tildadas de “solteronas”. Pero si lograban casarse, todos los conocimientos adquiridos hasta entonces eran plasmados en los salones, por lo que la educación recibida les proporcionará los instrumentos necesarios para el mantenimiento de las relaciones sociales.


Las mujeres de clase media, en cierto modo, eran las que salían peor paradas. Se diferenciaban del conjunto de la sociedad por disponer de un nivel de vida superior al resto, lo que les permitía no tener que trabajar ni dentro ni fuera del hogar. La gran mayoría, además, disponía de servicio propio. Este hecho las desplazaba automáticamente al interior del hogar. Incluso si la familia se encontraba en un apuro económico y la mujer deseaba trabajar, el padre o el esposo se negaban rotundamente, ya que eso significaba pasar de ser señoritas a ser pueblerinas. A diferencia de las chicas de clase alta, que disponían de colegios de élite e institutrices, las chicas de clase media se las apañaban con asistir a los colegios de religiosas.


Si las familias de clase media podían permitirse enviar a sus hijas a la universidad, ¿por qué no lo hacían? Los manuales burgueses de la época hablaban del arquetipo de mujer como “ángel del hogar”. Este arquetipo evocaba a una mujer predestinada por naturaleza y por religión a la maternidad y a la exclusiva dedicación a la familia, confinada en el interior del hogar bajo la tutela masculina.


El hombre, en cambio, se encontraba abierto al mundo público y al conjunto de la sociedad. Si que es cierto, no obstante, que es a lo largo del siglo XIX que se empieza a considerar las ventajas que supondría instruir y formar a las mujeres, pero no como medio para su propia realización personal, sino con el propósito de que puedan aplicar esos conocimientos en el ámbito familiar, proporcionando una mejor atención al marido y una mejor educación a los hijos.


María Helena Maseras Ribera, Medicina


Como ya se ha dicho anteriormente, prohibición explicita del acceso de la mujer a la universidad no había. La ley no decía nada sobre la posibilidad de que las mujeres estudiasen carreras universitarias. Pero, aun así, cuando María Helena Maseras Ribera decide acceder a la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, necesita un permiso real de don Amadeo I para que le permitiera estudiar la carrera de Medicina. Ni siquiera disponer de dicho permiso, este no la habilitaba para acceder a clase. Durante tres años tuvo que recibir clases en privado hasta que los profesores Joan Giné y Partagàs y Narcís Carbó y Aloy, viendo sus buenas calificaciones, le permitieron asistir a las clases. En el número 1.165, del 23 de abril de 1876 de la revista El Siglo Médico se hicieron eco de la noticia:


Al abrirse la matrícula del presente curso académico, se inscribió en la asignatura de Terapéutica una señorita que tenía ya aprobada la de Anatomía. Hará próximamente un mes y medio, pasando lista el Sr. Carbó, catedrático de la primera de las expresadas asignaturas, nombró a la discípula en cuestión. Esto produjo una gran sorpresa entre todos los alumnos, y entonces dijo el profesor que la señorita de que se trata se halla inscrita como alumna y que tenía por lo mismo la obligación de asistir a clase si quería optar a los exámenes ordinarios.

Sabedora, sin duda, dicha señorita de la indicación hecha por el Sr. Carbó, decidióse a asistir a la cátedra y el día 14 al entrar el profesor de Terapéutica en el local designado para las explicaciones de dicha asignatura, llevaba a su lado a la bella matriculada. La sorpresa que se apoderó de los escolares allí reunidos al ver a su condiscípula, a la que saludaron con una salva de aplausos, ya pueden figurarse nuestros lectores. Desde dicho día 14 la indicada señorita, a la que acompaña su hermano, también alumno de medicina, continúa concurriendo a la cátedra, tomando asiento al lado del Sr. Carbó. Excusamos manifestar que este incidente ha aumentado la asistencia a la cátedra indicada”.


 Por lo tanto, dentro del aula, María Helena tenía un asiento reservado en la tarima, al lado del profesor. No tenía permitido sentarse con sus compañeros. Maseras se convierte así en la primera mujer que se matricula oficialmente en una universidad de España. Otras lo habían hecho anteriormente, pero vestidas de hombre, como Concepción Arenal cuando decidió estudiar la carrera de Derecho en 1841. Además, se acordó que no podía rondar los pasillos ni las zonas comunes. Debía entrar en la antesala de los profesores y esperar allí al catedrático para ir al aula. Debía haber lo mismo para volver al terminar la clase. No obstante, en estos momentos se creía que la mujer podía alterar el orden de las clases.


María Helena finalizaría sus estudios en 1878. Cuando solicitó hacer el examen de licenciatura, no se le dio permiso para realizarlo hasta 1882. Obtuvo la calificación de sobresaliente, aunque nunca pudo ejercer la medicina al no querer realizar el doctorado vistas las trabas burocráticas que le ponían por el camino.


María Dolors Aleu Riera, Medicina (1874)


María Dolors Aleu se matriculó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona dos años después que su antecesora, en 1874. Nada más entrar fue recibida a pedradas, motivo por el cual su padre decidió ponerle dos escoltas que la acompañarían durante toda la carrera. Con una calificación de sobresaliente, terminó sus estudios en 1879, pero no se le otorgó el permiso de licenciatura hasta 1882. Una vez licenciada decidió hacer el doctorado en Medicina en la Universidad Central de Madrid. Su tesis no podrá ser leída hasta el 6 de octubre de 1882, una vez superada la oposición del rector. Esta tesis se tituló Necesidad de encaminar por una nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer y fue publicada en La Independencia Médica en el año 1883. Se especializó en Ginecología y Medicina Infantil.


Después de doctorarse dispondría de su propia consulta en el número 31 de la Rambla de Cataluña de Barcelona, donde ejerció con éxito la profesión durante veinticinco años. Paralelamente, ocupó el cargo de maestra de Higiene Doméstica en la Academia de Bellas Artes y Oficios para la Mujer, institución fundada en 1885 por Clotilde Cerdà Bosch y ella misma.

Dentro de su consulta atendía y curaba a mujeres burguesas que llevaban años con dolencias ginecológicas sin atender “por no acudir al médico a causa de la vergüenza”, así como también se dedicó a asistir a las prostitutas, madres solteras, mujeres pobres del barrio chino y niños huérfanos de la Casa de la Caridad, estos de forma altruista. Ejerció consulta hasta 1911, año en que su hijo de veintiún años muere de tuberculosis.


Martina Castells Ballespí, Medicina

Martina Castells se matriculó, igual que sus dos antecesoras, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona en el año 1877. Terminó la carrera en cuatro cursos, en 1881. Si embargo, hasta 1882 no se le permitirá realizar el examen de licenciatura. Lo realizaría, además, junto con María Dolors Aleu. Con la calificación de aprobada presentó su tesis el 9 de octubre de 1882. La tesis tuvo como título: Educación física, intelectual y moral que debe darse a la mujer para que contribuya en grado máximo a la perfección y la dicha de la Humanidad. Según los diarios de la época, la tesis reivindicaba la educación de la mujer, la evolución de la representación de la mujer para la historia y tanto su felicidad como la colectiva de la humanidad.


Decidió dedicarse a la pediatría, pero moriría en 1884 debido a unas complicaciones ocurridas durante su primer embarazo, sin haber llegado a tener tiempo suficiente a ejercer como profesional.


El motivo por el cual se tardó tanto tiempo en permitir el examen de licenciatura a estas tres pioneras universitarias fue el debate que se originó en el Consejo de Instrucción Pública respecto a la posibilidad de conceder el doctorado a las mujeres. Finalmente, se llegó a determinar la concesión. Pero se precisó que solo podrían solicitarlo las estudiantes que ya habían finalizado sus estudios y aquellas que se encontraran en proceso. De esta forma se prohibía de facto, según la Real Orden del 16 de marzo de 1882, que otras mujeres pudieran iniciar los estudios universitarios. Al menos hasta que se adoptara una medida definitiva sobre el asunto en cuestión.


Para entonces eran nueve las universitarias matriculadas en España. Las últimas fueron María Luisa Domingo García en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid (1880), Dolores Lleonart Casanovas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona (1881) y Teresa de Andrés Hernández en la Facultad Filosofía y Letras de la misma universidad (1881). Cabe decir que ni la Universidad de Barcelona, ni la Universidad de Valencia ni la Universidad de Valladolid encontraron ningún inconveniente, al menos de forma tan aparente, en dejar matricular a mujeres en sus respectivos centros. Estos casos tan solo se daban en la Universidad Central de Madrid.


Concepción Alexandre
De las universitarias del periodo que abarca desde 1882 hasta 1888 destaca Concepción Alexandre Ballester, que pudo acceder a la carrera de Medicina al no haberle sido aplicada la normativa. Esto le permitió terminar los estudios de Bachillerato y poder acceder a la universidad.



Ya en el curso 1884-1885 no se matriculó ninguna nueva alumna en estudios superiores debido a que la normativa citada anteriormente impedía que aquellas que finalizaban la Segunda Enseñanza pudieran acceder a la universidad.


El caso de Dolores Closas Morera es digno de remarcar. En 1886 decidió matricularse en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona. Pagó por las asignaturas de Química General, Mineralogía y Botánica, Geometría General y Análisis Matemático, asignaturas que estuvo cursando hasta el momento de realizar los exámenes finales. Fue entonces cuando se le comunicó que no los podía continuar porque su matrícula había sido declarada nula de acuerdo con la normativa vigente, a pesar de que ella había iniciado la segunda enseñanza en 1881 y, por lo tanto, no le era aplicable.


El Consejo de Instrucción Pública de 1882 no consideraba que las mujeres estuvieran capacitadas para los estudios de Filosofía y Letras, a diferencia de los de Medicina. Es en estos momentos cuando este pensamiento se invierte. Se trató de alejar a las mujeres de la Medicina para acercarlas a Filosofía y Letras. Se trataba de estudios que apenas tenían salida profesional para ellas. Además, pensaban que podían responder a lo que ellos suponían que era el deseo de “adorno” que con los estudios buscaban.


La prohibición de que las mujeres pudieran acceder a estudios superiores se mantuvo vigente hasta el año 1888, momento en el cual un Real Decreto permitía que pudieran licenciarse en tanto que la enseñanza fuera privada. Por lo tanto, tenían el derecho a ser examinadas, pero no a asistir a clase. Aun así, si se pedía asistir a clase, el rector y el profesor de la asignatura en cuestión debían autorizarlo.


Matilde Padrós y Ángela Carraffa
En el curso 1887-1888 fueron admitidas en la carrera de Filosofía y Letras las universitarias Matilde Padrós y Rubio, por la Universidad Central de Madrid, y Ángela Carraffa de Nava, por la Universidad de Salamanca. A Matilde la avalaron tres catedráticos a los que ella había sido alumna asidua en sus respectivas clases, los cuales tacharon de inmejorable el comportamiento y el rendimiento de la alumna.

En 1890, una vez finalizadas las licenciaturas, las dos universitarias solicitaron el acceso al Doctorado en la Universidad Central, donde coincidirían en la misma clase con el famoso historiador Ramon Menéndez Pidal. En 1892, Ángela Carraffa presentó su tesis titulada Fernando Núñez de Guzmán. Su vida y sus obras, convirtiéndose así en la primera mujer en obtener el título de Doctora en Filosofía y Letras.

Un año más tarde, en 1893, Matilde Padrós obtuvo su doctorado con la tesis titulada El testamento de Jacob (Flecha, 1994: 87). De ella, José Ortega y Gasset diría: “Es la mujer más inteligente que he conocido, pero lo más interesante de esta mujer es que ella no sabe que es inteligente. Difícilmente se encontrará a un ser más inteligente y más inocente”.

La normativa aprobada en el año 1888 estuvo vigente hasta el 8 de marzo de 1910. Hasta entonces, las aspirantes a ser futuras universitarias debían contar con el permiso de la Dirección General de Instrucción Pública. La institución estudiaba cada caso particular, trámite que podía llevar meses e incluso años. Este fue uno de los factores que explican que, a lo largo del siglo XIX, tan solo hubiera 107 estudiantes matriculadas en universidades españolas.


Además, si asistían al aula debían ir acompañadas del padre, de un hermano o bien del profesor. En 1910 se eliminan las trabas y se garantiza que la mujer pudiera acceder a la universidad en igualdad de condiciones respecto a los hombres. Luisa Cruces Matesanz es uno de los casos de mujeres que tuvo que ir acompañada de un hombre a clase. Fue la primera licenciada en Farmacia por la Universidad de Barcelona en 1910.


En el transcurso de esos casi cuarenta años de prohibiciones, burocracias, papeleos y decisiones administrativas arbitrarias, un total de setenta y siete mujeres consiguieron acceder a la universidad en España. De ellas, cincuenta y tres terminaron sus estudios y lograron el título de licenciadas o doctoras.


Matilde Ucelay
De 1910 a 1936 hubo un aumento del 7.842% en el número de universitarias matriculadas, pasando de las 33 a las 2.588 en 26 años. Durante este periodo cabe remarcar algunas mujeres importantes, como María Sordé Xipell, primera licenciada en Ciencias Naturales; Catalina de Sena Vives Pieras, primera Doctora en Ciencias; Zoé Rosinach Pedrol, primera Doctora en Farmacia; María Ascensión Chirivella Marín, primera licenciada en Derecho; Carmen Cuesta Muro, primera Doctora en Derecho; Pilar Careaga Basabe, primera licenciada en Ingeniería Industrial; o Matilde Ucelay Maórtua, primera licenciada en Arquitectura.



Emilia Pardo Bazán

Se iban realizando avances de cara a la normalización de la figura femenina dentro de las aulas universitarias. Sin embargo, aún se se mantenían en pie ciertos sectores que eran un tanto reacios a lo que ellos consideraban del todo inapropiado. Incluso grandes figuras de las letras sufrieron esta discriminación. En 1916, Emilia Pardo Bazán fue nombrada catedrática de la Universidad Central de Madrid. Su nombramiento era deseo expreso del rey Alfonso XIII debido a sus méritos literarios. Sin embargo, los catedráticos expresaron unánimemente su desacuerdo. Los alumnos, todos ellos varones, le hicieron el vacío en sus clases, no acudiendo nunca.



FUENTES:


- Daniel Pedrero Rosón: Las primeras universitarias españolas

- Wikipedia:











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martes, 15 de septiembre de 2020

18. María Goyri, la mujer junto al sabio


María Amalia Vicenta Goyri nació el 29 de agosto de 1873 en Madrid. Hija y nieta de madres solteras, esta circunstancia, en aquella época, eso le suponía un escollo insalvable para muchas cosas.

Pero su madre, de gran carácter y cultura, educó a su hija sin tener en cuenta las convenciones de la época sobre las mujeres, la inscribió en un gimnasio y a los doce años la matriculó en la Escuela de Comercio de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, donde obtuvo los títulos de Comercio en 1888 y de Institutriz en 1891.

En aquella época que las mujeres estudiaran en la universidad ni siquiera le pasaba por la cabeza a nadie. Las leyes ni siquiera contemplaban el caso. Tuvo que pedir autorización al ministerio de Fomento para matricularse. El hecho de que la autorizaran a matricularse no significaba que pudiera asistir a clases, porque se consideraba que las mujeres en clase podían ser un elemento perturbador. Fue finalmente autorizada, pero con la condición de que no podía permanecer en los pasillos Con 16 años empezó a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras (curso 1891-1892) como oyente. Por lo tanto María, al llegar a la facultad, debía dirigirse a la sala de profesores. Cuando el profesor salía para el aula, la alumna, escoltada por el profesor y un conserje, iba la aula, donde se sentaba en una mesita junto a la mesa del profesor. Al terminar la clase, volvía de la misma forma a la sala de profesores, y se repetía una y otra vez la misma "coreografía"  en cada clase. Al terminar la última clase debía recogerla en la sala de profesores un hermano, un criado, en fin, un acompañante varón. Esta era la rutina con la que comenzaron a estudiar las mujeres en la universidad. Eso significa que no pudo sentarse nunca entre sus compañeros de clase ni hablar con ellos 

(Inciso) estoy preparando un texto más extenso sobre las primeras universitarias en España (Fin del inciso). 

Se licenció en 1896 y se doctoró en 1909. Su tesis doctoral fue sobre Lope de Vega y el Romancero, temas a los que dedicó gran parte de sus estudios. 

(Segundo inciso)En internet se puede encontrar el dato erróneo de que María Goyri fue la primera mujer universitaria en España. No es cierto. Algunas valientes lo consiguieron aún antes. Como escribí arriba en breve pienso dedicarles una entrada para que sus nombre al menos sean conocidos. Hay historias muy curiosas. Os ruego un poco de paciencia (Fin del segundo inciso).

Conoció a Ramón Menéndez Pidal, de quien fue alumna en la Escuela de Estudios Superiores,​ en una conferencia que dio Marcelino Menéndez Pelayo en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo, y se casó con él en 1900. Su viaje de novios fue por los pueblos de las rutas del Cid, recogiendo versiones de romances hispánicos de tradición oral. En el «Archivo del Romancero Menéndez Pidal/Goyri» se conserva el relato de algunos de sus hallazgos en ese viaje: cuando pararon en El Burgo de Osma se alojaron en una pensión y, a la mañana, estando María Goyri y la asistenta haciendo la cama, empezó a canturrear el romance de «El Conde Sol», y la asistenta le dijo que ella también sabía algunos. Entre los romances que le cantó había uno desconocido hasta entonces: el «Romance de la muerte del Príncipe don Juan». El hallazgo hizo que María realizara un estudio sobre el “Romance de la muerte del Infante Don Juan” publicado en 1904 por el Bulletin Hispanique. Sus estudios sobre el romancero español, junto a su marido Ramón Menéndez Pidal, han sentado las bases de la investigación en este campo.

Su trayectoria como profesora comenzó en 1894 en la Asociación para la Enseñanza de la Mujer donde enseñó Literatura y elaboró los programas pedagógicos de las asignaturas Lengua Española y Literatura para niñas de 8 a 10 años.4​ De 1916 a 1920 impartió literatura en la Residencia de Señoritas, creada en 1918. Junto a María de Maeztu, redactaron los programas de enseñanza del español para niños de ocho a diez años y se encargó de la dirección y el seguimiento de los programas de Lengua y Literatura Española en el Instituto-Escuela, institución en la que estuvo especialmente implicada.6​ Colaboró en el desarrollo de la Biblioteca Literaria del Estudiante, que era una selección de textos de la literatura española, destinados a ser el complemento necesario para la formación de los alumnos del Instituto-Escuela en sus clases de Lengua Española. La publicación estuvo a cargo del Centro de Estudios Históricos que dirigía Menéndez Pidal, también director de la Biblioteca del Estudiante. Colaboró también en la Revista Popular con una sección propia, titulada «Crónicas femeninas». Trabajó en la Institución Libre de Enseñanza y en la Junta para Ampliación de Estudios.10​ El 23 de octubre de 1933 fue nombrada vocal del Patronato que en principio era responsable ante la Junta de la marcha del Instituto-Escuela, junto a José Gabriel Álvarez Ude, Blas Cabrera, Luis Calandre, Antonio García Tapia, Inocencio Jiménez, María de Maeztu, Luis Zulueta y Escolano y dos profesores delegados.

La Guerra Civil sorprendió al matrimonio María Goyri y Ramón Menéndez Pidal, en su casa de campo de San Rafael (Segovia), junto a su hija Jimena, su yerno, Miguel Catalán Sañudo, y su nieto, Diego Catalán, en la zona controlada por los militares que se habían alzado contra la República. Los bombardeos de las avionetas de Cuatro Vientos les obligaron a huir hasta El Espinar y, más tarde, a Segovia. En el Archivo General de la Guerra Civil Española consta que desde Burgos, donde estaba la Junta de Defensa Nacional, al mando de Franco, pidieron el 2 de julio de 1937 a las autoridades de Segovia «un informe amplio y ecuánime de las actividades así como la ideología política antes del Glorioso Movimiento Nacional» de los miembros de la familia Menéndez Pidal-Catalán. «Interesa también sean vigilados de un modo discreto, así como las amistades que operan alrededor de esta familia. En caso de que convenga le sea intervenida la correspondencia». En el informe que se remitió a Burgos dicen de Ramón Menéndez Pidal: «Presidente de la Academia de la Lengua. Persona de gran cultura, esencialmente bueno, débil de carácter, totalmente dominado por su mujer. Al servicio del Gobierno de Valencia como propagandista en Cuba»; y de María Goyri: «Persona de gran talento, de gran cultura, de una energía extraordinaria, que ha pervertido a su marido y a sus hijos; muy persuasiva y de las personas más peligrosas de España. Es sin duda una de las raíces más robustas de la revolución». Consiguió trasladarse con su marido al Madrid republicano y a su vez, en septiembre de 1936 fueron llevados a Valencia y desde allí, se marcharon a Estados Unidos y luego a Francia.

Al término de la Guerra Civil, regresó el matrimonio a España y ambos se dedicaron a sus actividades profesionales.Al acabar la guerra, el Instituto Escuela y todas los centros docentes auspiciados por la Junta para Ampliación de Estudios de ideas liberales y educación mixta fueron prohibidos, y a determinados maestros se les prohibió ejercer durante unos años su magisterio. Sin embargo, fue la directora oficial del Colegio Estudio, fundado por su hija Jimena Menéndez-Pidal junto a Carmen García del Diestro y Ángeles Gasset.

María Goyri se dedicó hasta el final de su vida a investigar, recopilar y sistematizar las diferentes versiones de romances de la tradición oral para el Archivo del Romancero, y escribió artículos como «Aplicación del modelo romancero de análisis a la balada vasca », entre otros, y terminó sus libros De Lope de Vega y del Romancero y Romancero tradicional de las lenguas hispánicas. Su último trabajo será Los Romances de Gazul, que es un estudio del Romancero en los últimos decenios del siglo XVI.

Su correspondencia con los investigadores e hispanistas de todo el mundo, en los que se da cuenta pormenorizada y generosamente de los hallazgos, así como sus notas, escritos y artículos inéditos se custodian en la Fundación Menéndez Pidal, en el Olivar de Chamartín, donde vivió y trabajó desde 1917 hasta su muerte. También se custodia todo su trabajo junto a Ramón Menéndez Pidal, que consistió en el inventario de las diferentes versiones de transmisión oral del Romancero.

Murió en Madrid el 28 de noviembre de 1954 y fue enterrada en la Sacramental de San Justo, sin lápida, según sus deseos.5​Tuvo tres hijos de su matrimonio: Ramón, que falleció en la niñez, Jimena y Gonzalo.  Y su nieto es el filólogo Diego Catalán, que presidió la Fundación Ramón Menéndez Pidal.


María Goyri se dedicó hasta el final de su vida a investigar, recopilar y sistematizar las diferentes versiones de romances de la tradición oral para el Archivo del Romancero, y escribió artículos como «Aplicación del modelo romancero de análisis a la balada vasca», entre otros, y terminó sus libros De Lope de Vega y del Romancero y Romancero tradicional de las lenguas hispánicas. Su último trabajo será Los Romances de Gazul, que es un estudio del Romancero en los últimos decenios del siglo XVI.

Su correspondencia con los investigadores e hispanistas de todo el mundo, en los que se da cuenta pormenorizada y generosamente de los hallazgos, así como sus notas, escritos y artículos inéditos se custodian en la Fundación Menéndez Pidal, en el Olivar de Chamartín, donde vivió y trabajó desde 1917 hasta su muerte. También se custodia todo su trabajo junto a Ramón Menéndez Pidal, que consistió en el inventario de las diferentes versiones de transmisión oral del Romancero.

Murió en Madrid el 28 de noviembre de 1954 y fue enterrada en la Sacramental de San Justo, sin lápida, según sus deseos. ​ Tuvo tres hijos de su matrimonio: Ramón, que falleció en la niñez, Jimena y Gonzalo.  Y su nieto es el filólogo Diego Catalán, que presidió la Fundación Ramón Menéndez Pidal.

OBRAS

- “Lo que piensan las mujeres de su educación. Una información”, Escuela Moderna, III (1893), núm. 23, 82-86 [ap. C. Flecha].
- “Crónicas femeninas”, Revista Popular, I, 16-XII (1898), y 30-XII (1898) [ap. J. Caso].
- Varios artículos sobre El Conde Lucanor, en Revue Hispanique (1899)
- “El próximo Congreso Feminista”, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, XXIII (1899), num. 470 (31 de mayo), 131-133.Romania (1900).
- «Romance de la muerte del Príncipe D. Juan» en The Bulletin Hispanique, volume IV (1902).
- «Romances que deben buscarse en la tradición oral» en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (1907).
- «La difunta pleiteada en la literatura española: estudio de literatura comparada» en Revista de Archivos (1909).
- La difunta pleiteada, Madrid: T. Fortanet, 1909. Ensayo.
Fábulas y cuentos en verso (selección y notas), Madrid: Instituto-Escuela, Junta de ampliación de estudios, 1922. Cuentos.
- Don Juan Manuel y los cuentos medievales, Madrid: Instituto Escuela, 1936. Ensayo.
- De Lope de Vega y del Romancero, Zaragoza: Librería General, 1953. Ensayo.
- Los romances de Gazul. El Colegio de México, Harvard University, 1953
- Romancero tradicional de las lenguas hispánicas, Madrid: Gredos, 1957.

FUENTES


Supe de la existencia de María Goyri por primera vez hace unos meses en un documental dedicado a su marido en el programa "Imprescindibles", en la primera cadena de televisión española. Desgraciadamente, debido al tiempo transcurrido ya no está disponible en la web de Tve.

viernes, 11 de septiembre de 2020

17. Anne MarieGrosholtz,, la precursora de los museos de cera

Anne Marie a los 24 años.
Obra de Curtius
   Anne Marie Grosholtz, nacida en Estrasburgo el 1 ó el 7 de diciembre de 1.761. En sus memorias afirmó ser hija de un soldado, Joseph Grosholtz, un soldado alemán muerto durante la guerra de los Siete Años, dos meses antes del nacimiento de su hija aunque otras fuentes aseguran que descendía de una larga línea de verdugos públicos de la ciudad . Su madre, se trasladó a Berna, donde trabajó como ama de llaves de un médico, Philippe Curtius (1741-1794) un médico experto en realizar modelos anatómicos de cera para el estudio. Con el tiempo, decidió emplear la misma técnica para realizar retratos de personajes famosos y en 1765, tras abandonar la medicina para dedicarse a la escultura en cera, se trasladó a París, adonde dos años más tarde llegaron Marie y su madre. Ante la ausencia del padre, Marie creció bajo la tutela del médico, a quien llamaba "tío"  y con quien aprendería las técnicas escultóricas. 

En 1765, Curtius se trasladó a París, donde hizo una escultura de cera de Marie-Jeanne du Barry, la futura amante del rey Luis XV. En París, Curtius siguió realizando bustos de los personajes más populares del momento, que fueron despertando un creciente interés entre el público. Su primera exposición, en 1770, fue un éxito tal que en 1776 tuvo que trasladar la colección al palacio Real. En 1782, Curtius inauguró una segunda exposición de bustos de celebridades en el Boulevard du Temple. Marie, ya experta en retratos de cera, comenzó a ser conocida y para ella posaron Voltaire, Benjamín Franklin, el ministro de finanzas Jacques Necker y el duque de Orleans.  En 1780 fue llamada  a Versalles como profesora de arte de la hermana del rey Luis XVI, Madame Isabel. Cuando Curtius murió, en 1794, dejó a Marie como única heredera de su casa en Versalles y del salón de exposiciones del Boulevard du Temple. En 1795 se casó con el ingeniero François Tussaud. Desde entonces fue conocida como Madame Tassaud.

Durante la Revolución Francesa, Debido a sus vínculos con la aristocracia, Tussaud fue arrestada durante el Reinado del Terror,  donde estuvo a punto de ser guillotinada. Le afeitaron la cabeza para su ejecución inminente. Pero, a través de un amigo de Curtius,  el actor y dramaturgo Collot d’Herbois –que llegaría a presidir la Asamblea Nacional– se consiguió un perdón de última hora a cambio de que Marie se comprometiera a realizar las esculturas en cera de los personajes guillotinados. De la guillotina las cabezas iban directas a su taller, por el que pasaron las cabezas de María Antonieta, Luis XVI, y Robespierre.

Recreación del trabajo de Marie durante la Revolución
(Museo Tassaud en Londres)


Dos días antes del 14 de julio de 1.789 varias cabezas robadas del gabinete de Curtius
fueron paseadas por las calles como protesta del pueblo


En 1.802, Marie, su marido y sus dos hijos se instalaron en Londres. Allí sufrió una estafa y, al no poder volver a Francia debido a las guerras napoleónicas, con su hijo mayor se dedicó a viajar por Inglaterra e Irlanda con una exhibición itinerante de sus máscaras  y retratos por Inglaterra e Irlanda. Su marido volvió a Paris y no volvieron a verse. En cada ciudad, Madame Tussaud exponía sus piezas en salones lujosos que alquilaba y a los que atraía a la clase media adinerada, rompiendo con la imagen que asociaba las figuras de cera y anatómicas al entretenimiento popular. Las giras resultaban rentables y Marie enviaba dinero a su esposo, pensando que se ocuparía de la educación de su hijo pequeño. Pero Monsieur Tussaud se gastó todo el dinero, hasta el punto de que en 1812 su hijo François se vio obligado a vender la colección del Boulevard du Temple. En 1817, tras la separación de sus padres, François viajó a Londres para encontrarse con su madre y su hermano, uniéndose al negocio familiar François, que era carpintero, comenzó a tallar cuerpos, brazos y piernas y las cabezas exhibidas se conviertieron en figuras de cuerpo entero. En ese momento la exhibición pasó a llamarse "Madame Tussaud e hijos".

En 1835, Marie y sus hijos instalaron su colección en Baker Street. En una época en que las ejecuciones ya no eran públicas, la llamada "cámara de los horrores" (una sala separada donde se recreaban crímenes famosos y ejecuciones de criminales célebres),  atraía a multitudes curiosas. Pero la popularidad del museo se disparó en 1837, cuando la joven reina Victoria permitió que modelasen su figura y que la vistieran con la réplica exacta de su atuendo de coronación.

Los visitantes contemplan la colección de Tassaud en Baker Street
Grabado del siglo XIX


Marie Tussaud murió mientras dormía, el 16 de abril de 1850, a los 88 años, y fue enterrada en la iglesia católica de Cadogan Street. En 1884, su nieto Joseph trasladó la exposición a un edificio mayor en la calle Marylebone, donde continúa. Durante algún tiempo llegó a ofrecerse una recompensa a quien fuera capaz de pasar una noche en la "Cámara de los Horrores" (no he podido averiguar si alguien lo hizo). Un incendio (en 1925) y los bombardeos durante la segunda guerra mundial afectaron al museo, pero aún se conservan algunas de sus figuras originales. Actualmente es uno de los lugares más visitados de Londres y el museo de cera más importante del mundo, con 24 sedes en Asia, Europa, América y Oceanía.

jueves, 10 de septiembre de 2020

16. Ángela Ruiz Robles, la precursora del ebook


Si rastreamos los datos que nos dicen quién fue el inventor del ebook que conocemos en la actualidad, encontraremos a un hombre llamado Michael Hart y una fecha, 1971. Efectivamente, el que fuera el creador del Proyecto Gutenberg para facilitar el acceso a los libros digitalizados, se acepta como el inventor del ebook. Pero unos veinte años antes, en un pueblo recóndito de una España autárquica y sumida en una larga postguerra, una mujer con inquietud y pasión por el conocimiento, patentó un artilugio que pretendía ser una suerte de libro mecánico que redujera el espacio ocupado por la gran cantidad de libros que podía ocupar una disciplina de estudio y que permitiera adaptarse a las necesidades de cada lector. Como si de un Julio Verne en femenino se tratara, aquella maestra gallega llamada Ángela Ruiz Robles, soñó con un invento que nadie entonces quiso comercializar pero que décadas más tarde, se ha convertido en un objeto prácticamente indispensable para lectores y estudiantes.

Ángela Ruiz Robles nació el 28 de marzo de 1895 en la localidad leonesa de Villamanín en el seno de una familia acomodada.  Su padre, Feliciano Ruiz, era farmacéutico, y su madre, Elena Robles, ama de casa. Ángela inició sus estudios superiores en la Escuela de Magisterio de León.  Desde el momento en el que pisó por primera vez como docente un aula, supo que entre esas cuatro paredes de la Escuela de Magisterio de León se encontraría con sus dos grandes pasiones: su vocación por la enseñanza y su afán por facilitar el aprendizaje a sus alumnos. Fue en esta misma institución donde impartiría años después clases de taquigrafía, mecanografía y contabilidad mercantil. En 1917 fue docente y directora en la Escuela de Gordón, en León. En 1918 obtuvo la plaza de maestra en Santa Eugenia de Mandiá, una aldea próxima a Ferrol. Estuvo allí hasta 1928.

Ángela se convirtió en una maestra de gran valía que impartió clases en distintas escuelas e incluso en algunas de ellas llegó a ser su directora. También crearía su propia academia para adultos en la que impartiría ella misma clases para opositores, así como alfabetización de adultos entre la población obrera.

Además de su faceta como docente, Ángela, un espíritu incansable, llegó a escribir dieciséis libros versados en gramática, ortografía y taquigrafía y dio conferencias sobre dichos temas.

Mientras Ángela dedicaba su vida a la enseñanza, su mente fue gestando una idea genial. Observando a sus alumnos, cargados siempre de libros, y viendo la necesidad de impartir una educación que tendiera a adaptarse a los estudiantes, imaginó un artilugio que facilitara la lectura de libros.

Su primer invento fue patentado con el número 190698 el 7 de diciembre de 1949 sin que recibiera el interés ni de la comunidad científica ni de ninguna empresa susceptible de comercializarla. 



Su invento,la Enciclopedia Mecánica, que tenía el tamaño de una pequeña maleta, constaba de dos partes, En una se introducían unos carretes que contenían las lecciones de las diferentes asignaturas y niveles, que se iban cambiando según necesidades. El prototipo incluía las materias de Inglés y Francés, y cambiando los carretes se iba adaptando a la edad y necesidades de los alumnos. En la otra parte, unas teclas con letras y números permitían escribir textos.

A pesar de que Ángela Ruiz recibió muchos reconocimientos en España y otros países como Francia o Bélgica, no hubo ninguna empresa que quisiera comercializar su Enciclopedia Mecánica. Solamente una propuesta le llegó desde EEUU en 1970 pero la rechazó con la esperanza de que alguna institución de su propio país hiciera realidad su sueño. Quería que se fabricara en España, pero nadie en España financió su proyecto.

En 1998, el Ayuntamiento de Ferrol le rindió un homenaje a toda su labor realizada en el Colegio Público Ibáñez Martín, su último lugar de trabajo. "Doña Angelita", como la llamaban,  Ruiz Robles fallecía el 27 de octubre de 1975.

Pocas décadas después, el mundo no se sorprende al ver un dispositivo electrónico de pequeñas dimensiones y altas capacidades. Ella, una mujer en la España franquista, donde sólo podía aspirar a ser ama de casa o, a lo sumo, maestra de escuelas femeninas, imaginó un libro que bien podría haber sido el precursor de los sofisticados libros electrónicos actuales.  Desde el 2006, la Enciclopedia formó parte de la Exposición del Museo Pedagógico de Galicia (MUPEGA)4​ en Santiago de Compostela (La Coruña) hasta el 4 de mayo de 2012, que pasó a la Exposición permanente del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de La Coruña. 

Poco a poco se ha ido conociendo su historia. El siguiente vídeo, de televisión española, resume en pocos minutos la historia de nuestra protagonista.


miércoles, 9 de septiembre de 2020

15. Anne Vallayer-Coster, la naturaleza hecha arte



Anne Vallayer, de casada Coster, fue una pintora francesa, nacida en París el 21 de diciembre de 1.744 y muerta en la misma ciudad el 18 de febrero de 1.818. Está considerada una de las mejores pintoras de naturalezas muertas de Francia. Su padre era orfebre de la Real Fábrica de tapices de Gobelinos que se trasladó a París para abrir su propia tienda.

   Pintaba naturalezas muertas, retratos y miniaturas, hasta que debutaron en el Salón  las grandes pintoras retratistas, Marie Louise Élisabeth Vigée Lebrun y Adélaïde Labille-Guiard, en 1783. Desde que en 1785, se le criticaran mucho unos retratos sólo se dedicó casi exclusivamente a bodegones y flores, especialmente a las flores. Se conservan de ella unas 400 obras.

Retrato de María Antonieta, por Anne Vallayer
   En 1780 fue nombrada pintora de la reina María Antonieta. En ese mismo año se casó con con Jean-Pierre-Sylvestre Coster, abogado del Parlamento. Continuó su carrera con éxito hasta su muerte. Su talento la llevó a ser elegida por unanimidad miembro de la Real Academia de Arte de París. Protegida de la reina María Antonieta, durante la Revolución Francesa no dejó de pintar; sus temáticas poco comprometidas políticamente le permitieron seguir con su arte después de la Revolución.










Bodegón con instrumentos


Busto de Minerva con armas


Cesta de ciruelas

martes, 1 de septiembre de 2020

14. Olympe de Gouges y los derechos de la mujer


Olympe de Gouges, seudónimo usado por Marie Greuze, era la hija de una familia burguesa de  Montauban, donde nació el 7 de mayo de 1.748. Su padre era carnicero y su madre hija de un comerciante de telas. Se casó en 1765 con un hombre mayor, quedando al cabo de un tiempo viuda y con un hijo, Pierre Aubry. Muy decepcionada por el matrimonio en general, que calificó de "tumba de la confianza y del amor", se negó a volver a casarse. A principios de 1770, se trasladó a París donde se preocupó de que su hijo recibiera una muy buena educación. Llevaba una existencia burguesa, y frecuentaba los salones literarios parisinos donde conoció a la élite intelectual del siglo de oro francés. En 1774, su nombre figuraba en el Almanaque de París, el "Quién es quién" de la época. Emprendió entonces una carrera literaria. Escribió varias obras de teatro y montó una compañía teatral itinerante que recorría la región de París, sin que sus ingresos le permitieran mantenerse. Pero rápidamente sus obras empezaron a ser representadas en teatros de toda Francia. Su obra más conocida, La esclavitud de los negros (L’esclavage des noirs), fue publicada en 1792, pero fue inscrita en el repertorio de la Comédie-Française en 1785 bajo el título de Zamore y Mirza, o el feliz naufragio. Esta obra atrevida pretendía llamar la atención sobre la condición de los esclavos negros, pero Olympe tuvo que enfrentarse con la desaprobación de los actores de la Comédie Française. Esta dependía económicamente de la Corte de Versalles donde muchas familias nobles se habían enriquecido con la trata de esclavos. Por otro lado, el comercio con las colonias de ultramar representaba entonces el 50% del comercio exterior del país. Olympe fue encarcelada en la Bastilla por medio de una lettre de cachet, pero fue liberada al poco tiempo gracias a la intervención de sus amigos. Con la Revolución, su obra pudo por fin ser representada en la Comédie Française. A pesar de las presiones y amenazas del lobby colonial, todavía muy influyente, Olympe de Gouges mantuvo una intensa actividad a favor de la abolición de la esclavitud. En 1788 publicó el ensayo Réflexions sur les hommes nègres (Reflexiones sobre los hombres negros) que le abrió las puertas del "Club des amis des noirs" (Club de los amigos de los negros) del que fue miembro. En 1790 escribió otra obra sobre el mismo tema, Le marché des Noirs (El mercado de los negros). Los principales dirigentes del movimiento abolicionista, el abate Grégoire y el diputado girondino Brissot, dejaron constancia en sus escritos de la admiración que sentían por Olympe de Gouges. , el Periódico general de Francia (Journal général de France) publicó dos de sus folletos políticos, tratando uno de ellos de su proyecto de impuesto patriótico que desarrollará más tarde en su famosa Carta al pueblo (Lettre au Peuple). El segundo dibujaba un amplio programa de reformas sociales. Estos escritos fueron seguidos de folletos que dirigía periódicamente a los representantes de las tres primeras legislaturas de la Revolución, a los Clubes patrióticos y a diversas personalidades como Mirabeau, La Fayette y Necker a los que admiraba. Se calcula que fueron cerca de 30 panfletos. Fundó varias Sociedades Fraternas para ambos sexos.

   En 1791 escribió su famosa Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana que comenzaba con las siguientes palabras: "Hombre, ¿Eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta."

En la línea de Montesquieu, defendió la separación de poderes. Apoyó en un principio la monarquía constitucional, pero se adhirió rápidamente a la causa republicana y se opuso a la condena a muerte de Luis XVI en 1793. Tomó partido por los Girondinos y advirtió sobre los riesgos de dictadura criticando duramente la política de Robespierre y Marat. Denunció también la creación del Comité de Salvación Pública. Su defensa de los Girondinos, después de que estos fueran eliminados de la escena política en junio de 1793, le valió ser detenida en agosto de 1793 bajo la acusación de ser la autora de un panfleto a favor de estos. Enferma por culpa de una herida que se había infectado, fue transferida a una enfermería carcelaria. Para que su detención le fuera más soportable, empeñó sus joyas en el Monte de Piedad consiguiendo así que se la trasladara a una pensión burguesa donde se recluía a los detenidos enfermos de la alta sociedad. Olympe de Gouges reclamó sin descanso que se la juzgara para poder defenderse de las acusaciones que pesaban sobre ella, y evitar así el expeditivo tribunal revolucionario. Con este fin, compuso dos panfletos que logró sacar de su lugar de reclusión y que tuvieron una amplia difusión, "Olympe de Gouges en el Tribunal revolucionario" y "Una patriota perseguida". Fueron sus últimos textos.

El 2 de noviembre de 1793, 48 horas después de que fueran ejecutados sus amigos girondinos, Olympe fue llevada ante el tribunal revolucionario sin poder disponer de abogado. Se defendió con valor e inteligencia en un juicio sumario que la condenó a muerte por haber defendido un estado federado, de acuerdo con los principios girondinos. Fue guillotinada al día siguiente, el 3 de noviembre de 1793.

Sus trabajos fueron profundamente feministas y revolucionarios. Defendió la igualdad entre el hombre y la mujer en todos los aspectos de la vida pública y privada, incluyendo la igualdad con el hombre en el derecho a voto, en el acceso al trabajo público, a hablar en público de temas políticos, a acceder a la vida política, a poseer y controlar propiedades, a formar parte del ejército; incluso a la igualdad fiscal así como el derecho a la educación y a la igualdad de poder en el ámbito familiar y eclesiástico. Olympe de Gouges escribió: "Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la Tribuna."

Se dirigió a la reina María Antonieta para que protegiera "su sexo", que decía desgraciado, y redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, calcada sobre la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en la cual afirmaba la igualdad de los derechos de ambos sexos.

Asimismo realizó planteamientos sobre la supresión del matrimonio y la instauración del divorcio, la idea de un contrato anual renovable firmado entre concubinos y militó por el reconocimiento paterno de los niños nacidos fuera de matrimonio.

Fue también una precursora de la protección de la infancia y a los desfavorecidos, al concebir en grandes líneas, un sistema de protección materno-infantil (creación de maternidades) y recomendar la creación de talleres nacionales para los parados y de hogares para mendigos.

Artículos de la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana

I - La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos. Las distinciones sociales solo pueden estar fundadas en la utilidad común.

II - El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.

III - El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es más que la reunión de la Mujer y el Hombre: ningún cuerpo, ningún individuo, puede ejercer autoridad que no emane de ellos.

IV - La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer solo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y de la razón.

V - Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudiciales para la Sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, prudentes y divinas, no puede ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que ellas no ordenan.

VI - La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.

VII - Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a esta Ley rigurosa.

VIII - La Ley solo debe establecer penas estrictas y evidentemente necesarias y nadie puede ser castigado más que en virtud de una Ley establecida y promulgada anteriormente al delito y legalmente aplicada a las mujeres.

IX - Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la Ley.

X - Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley.

XI - La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legitimidad de los padres con relación a los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir libremente, soy madre de un hijo que os pertenece, sin que un prejuicio bárbaro la fuerce a disimular la verdad; con la salvedad de responder por el abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley.

XII - La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana implica una utilidad mayor; esta garantía debe ser instituida para ventaja de todos y no para utilidad particular de aquellas a quienes es confiada.

XIII - Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, las contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas; ella participa en todas las prestaciones personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto, debe participar en la distribución de los puestos, empleos, cargos, dignidades y otras actividades.

XIV - Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o por medio de sus representantes, la necesidad de la contribución pública. Las Ciudadanas únicamente pueden aprobarla si se admite un reparto igual, no solo en la fortuna sino también en la administración pública, y si determinan la cuota, la base tributaria, la recaudación y la duración del impuesto.

XV - La masa de las mujeres, agrupada con la de los hombres para la contribución, tiene el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público.

XVI - Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la separación de los poderes determinada, no tiene constitución; la constitución es nula si la mayoría de los individuos que componen la Nación no ha cooperado en su redacción.

XVII - Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son, para cada uno, un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de ella como verdadero patrimonio de la naturaleza a no ser que la necesidad pública, legalmente constatada, lo exija de manera evidente y bajo la condición de una justa y previa indemnización.

En vida, Olympe de Gouges tuvo que enfrentarse con la misoginia habitual de la época, y fue desacreditada por la incomprensión de sus ideas por parte de muchos de sus contemporáneos. Su obra cayó en el olvido, mientras el desconocimiento y mala interpretación de sus escritos contribuyó a convertirla en objeto de desprecio y burla a lo largo del siglo XIX, donde gran parte de la intelectualidad francesa rechazaba frontalmente la idea de que una mujer hubiera sido ideóloga revolucionaria. Se dijo de Olympe de Gouges que apenas sabía leer y escribir, se sospechó de la autoría de sus obras y se dudó de su capacidad intelectual hasta llegar a cuestionar sus facultades mentales.

   Hubo que esperar hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, para que Olympe de Gouges saliera del terreno de la caricatura y la anécdota pseudo histórica, y se convirtiera en una de las grandes figuras humanistas de Francia al final del siglo XVIII. Fue objeto de estudio en Estados Unidos, Alemania y Japón. En Francia, después de la publicación en 1981 de su biografía por Olivier Blanc, que investigó su vida a partir de documentos originales de la época, los actos del bicentenario de la Revolución francesa en 1989 rindieron homenaje a la obra de Olympe de Gouges. Desde entonces, se han representado varias de sus obras de teatro y sus escritos fueron reeditados.