jueves, 10 de junio de 2021

44. Hisako Koyama, la mujer que observaba el sol

 


Hemos visto ya la historia de muchas mujeres que consiguieron ir a la universidad con muchos esfuerzos y luchando con la oposición de padres, gobernantes y el mismo mundo académico. El caso de Hisako Koyama es todavía más meritorio: sin pasar de la escuela secundaria, a la que asistir ya era todo un logro, en el país y la época que le tocó vivir, logró pasar a la historia de la astronomía.

Nació en Tokyo en 1.916. En el Japón anterior a la Segunda Guerra Mundial, las mujeres tenían un papel muy secundario en la sociedad. No tenían derecho al voto y sólo se las animaba a tener hijos. Gracias al empeño de sus padres se graduó en la escuela secundaria para chicas pero no pudo ir más allá.

Se apasionó por la astronomía,se dedicó a leer y estudiar por su cuenta todo tipo de libros, e incluso fabricó un pequeño telescopio para poder desarrollar su pasión. Aquella pasión se vio aumentada en el año 1944, cuando Hisako pudo comenzar a realizar observaciones más “profesionales” gracias a un telescopio que le regaló su padre. Aquel telescopio tenía que haber sido para estudiar la Luna, pero debido a su baja potencia, acabó siendo el instrumento con en cual Hisako Koyama comenzó a estudiar el Sol.  Un mes más tarde ya tenía una pequeña pero exhaustiva descripción en forma de dibujo de lo que ella creía eran manchas solares. Las manchas solares son unas manchas oscuras que aparecen en la superficie del sol de forma temporal, donde la temperatura es menor que en la superficie de alrededor y la actividad magnética muy intensa. Hisako envió aquel boceto al presidente de la Sección Solar de la Oriental Astronomical Association (OAA), el profesor Issei Yamamoto, que quedó gratamente sorprendido. De hecho, no sólo confirmó que sí eran manchas solares, sino que animó a Hisako a continuar con su trabajo e incluso se convirtió en algo parecido a su supervisor.Contra todo pronóstico, recibió una respuesta de Yamamoto: «Gracias por su informe de observación. Sí, son manchas solares», escribió el profesor. Esa pequeña respuesta positiva fue todo lo que Koyama necesitó para zambullirse de cabeza en una vida de astronomía.

Guiada por Yamamoto, Koyama comenzó a hacer bocetos de manchas solares semirregulares utilizando una técnica llamada "visión directa atenuada". Este método implicaba proyectar imágenes de un telescopio montado en una hoja de papel, después de lo cual Koyama dibujaría características solares visibles y documentaría otra información relevante de observación.

En. 1.946 dejó de ser amateur, cuando comenzó su trabajo como observadora solar en el Museo de Ciencias de Tokyo (ahora Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia) bajo la supervisión de Sadao Murayama, astrónomo jefe y director del museo. Aquel trabajó duró hasta su retiro oficial en 1981. Durante todos aquellos años Hisako Koyama se dedicó a observar, describir y dibujar manchas solares, llegando a esbozar en el año 1947 la mancha solar más grande descrita en el siglo XX. Exhaustiva, mandaba informes mensuales de sus observaciones a instituciones astronómicas de todo el mundo, además de escribir artículos científicos sobre la metodología de observación y formas de contar manchas.

Para el año 1984 había localizado y categorizado más de 8 000 grupos de manchas solares e hizo más de 10 000 dibujos.  Recogió todo su trabajo en el libro “Observations of Sunspots 1947-1984”. La importancia de aquel trabajo recae en el hecho de que Koyama no solo recogió datos durante más de cuarenta años, además siguió la misma metodología y utilizó el mismo telescopio. Aquellos registros se han convertido para la comunidad científica en la base de trabajo para el estudio y normalización de manchas solares. De hecho existe un proyecto orientado a analizar los últimos 400 años de historia de observaciones de manchas solares, donde el trabajo de Hisako Koyama se estudia junto con otros grandes astrónomos como Pierre Gassendi, Johann Caspar Staudacher, Heinrich Schwabe, Rudolf Wolf o Galileo.

Además de una astrónoma de primer nivel, Hisako también se dedicó a otro aspecto de gran importancia en ciencia; la divulgación. Fue la cara visible del museo durante mucho tiempo, atendiendo visitas, organizando eventos en torno a eclipses, conjunciones planetarias y demás acontecimientos astronómicos y organizando seminarios y charlas. 

Tuvo cierto reconocimiento en su país, o al menos, en el ámbito científico de su país, ya que recibió el premio OOA Prize of Encouragement of Academic Research. Además, el asteroide 1951AB fue renombrado 3383 Koyama en su honor.

Hisako Koyama murió en 1997, a la edad de 81 años, y con una espectacular carrera científica a su espalda. Hoy por fin parece que se ha empezado a reconocer su trabajo. Un trabajo obtenido gracias a la pasión, la perseverancia y la constancia. El mayor trabajo de observación solar de la historia nacido de la vocación de una mujer. La vocación por observar.



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