miércoles, 23 de junio de 2021

47. Wallada, la princesa omeya que escribía poesía

 


Wallada bint al-Mustakfi, en árabe ولادة بنت المستكفي  fue una poetisa andalusí, hija de Muhammad al-Mustakfi, del efímero undécimo califa de Córdoba y de una esclava cristiana, Amin'am. 


Fue una mujer segura y decidida, recordada por su un papel activo en la sociedad a pesar de los limitantes de su posición, el ser una mujer en un contexto árabe medieval. Sus versos dan muestra de su singularidad, y los motivos presentes en esta se asocian a su historia de amor con el poeta Ibn Zaydún.

Wallada bint al-Mustakfi nació en la cuna del califato de Córdoba. No se sabe con seguridad la fecha de su nacimiento (se dan varias, pero puede deducirse que fue entre 1.003 y 1.010). En cualquier caso, durante un periodo de guerras civiles.  

En un periodo de guerras civiles por conflictos en la sucesión del poder y todo tipo de intrigas palaciegas, desencadenadas tras la muerte del hijo de Almanzor, al-Muzzaar. Su padre, Muhámmad III al-Mustakfí, accedió al poder el 11 de enero de 1024 al asesinar al anterior califa Abderramán V. Debido a la turbulenta situación del califato ostentó el título de princesa por poco tiempo, pues, su padre murió menos dos años después también asesinado en Uclés (también existe la hipótesis de envenenamiento).

Wallada tuvo la suerte de que su padre no tuviera descendencia masculina, lo que le dio la oportunidad, en el momento de morir el califa en 1025, de cobrar la herencia y alejarse definitivamente de la realeza. Ella continuaba soltera y se independizó de toda tutela masculina gracias a la herencia de su padre y abrió un palacio y salón literario en donde se dedicó a enseñar poesía y canto a chicas de buena familia e incluso a esclavas.  

A su salón también acudían los poetas y literatos de su tiempo, junto a personajes jurídicos prestigiosos que se admiraban de su genio y belleza. Entre sus cualidades se destacaban atributos físicos como el de una belleza de cabello rubio-pelirrojo, piel clara y ojos azules, además de ser inteligente, culta y orgullosa. El andar por la calle sin velo y sus versos bordados en los hombros de sus vestidos son ejemplos que atestiguan su personalidad altiva. Se la describe como coqueta y libertina según varias fuentes:​

Por Alá, que merezco cualquier grandeza

y sigo con orgullo mi camino

Doy gustosa a mi amante mi mejilla

y doy mis besos para quien los quiera

En el ámbito de la poesía eran vistos como actos polémicos  tener batallas de versos en fiestas con hombres reclamando la misma posición —allí conoció a su enamorado más recordado—. La gran pasión de su vida fue el poeta Ibn Zaydún o Abenzaidún, con el que mantuvo una relación secreta, dada la vinculación del poeta con los Banu Yahwar, linaje rival de los Omeyas al que ella pertenecía, por lo cual debía andarse con cuidado por Córdoba. Sobre esta relación giran ocho de los nueve poemas que de ella se conservan. Supuestamente relación se rompió por el amorío de Ibn Zaydún con una esclava negra de Wallada, lo que puede ser cierto, pero también responde a un tópico de la poesía de la época. Los dos amantes intercambiaron feroces sátiras tras la ruptura.

Aunque criticada por su estilo de vida, Wallada era también admirada y defendida por muchos, ya que nunca dejó extinguir su fortuna y tampoco se casó. Al caer el régimen de los califas y pasar a los reinos de taifas, fue amparada por dos supuestos amantes, el poeta Ibn Hazm, autor de "El collar de la paloma", y el visir Ibn Abdus, su eterno enamorado que, al parecer, permaneció a su lado y la protegió hasta su muerte, cuando ya era octogenaria.

Wallada murió el 26 de marzo de 1091, el mismo día que los almorávides entraron en Córdoba.

Monumento a los enamorados
Lo que se conserva de la obra literaria de Wallada es poco frente a lo que se cree que realmente escribió. Su genio creador se debe a una vasta formación literaria que pudo obtener gracias a su posición en la familia del califa. Fue conocida como la mujer más culta, famosa y escandalosa de Córdoba; en sus obras ella demostraba gran artificio y conocimiento de las tendencias artísticas de la época y era muy admirada por su capacidad para crear versos. Los poemas que perduran hasta la actualidad están directamente relacionados con su relación con Ibn Zaydún, la cual ha llamado la atención a lo largo del tiempo por la romantización que de ella se conserva. Según cuenta la leyenda se conocieron en una fiesta de versos en donde toda la noche estuvieron contestándose versos, lo que llevó a que la rivalidad inicial se transformara en afecto y luego en amor. Se cuenta también​ que Ibn Zaydun le enviaba cartas anónimas con pequeños poemas a Wallada, pero que ella estaba tan desconcertada por no conocer su autoría que los ignoró hasta que por fin le llegó uno firmado. Su amor fue secreto y efímero, de hecho uno de los poemas de Wallada habla de la traición de Ibn Zaydún.  Cuando ocurrió la separación, Ibn Zaydún fue encarcelado por un delito común y, tan pronto salió, decidió buscar a Wallada arrepentido; sin embargo, ella nunca más le volvió a corresponder. Se cuenta que lo veían caminando errante y ojeroso, enfermo de amor; por todos eran conocidos sus poemas, dolorosos y sumisos, que suplicaban el perdón que nunca le fue concedido. Se conserva un monumento de este amor, el Monumento a los enamorados. Desde la cárcel Ibn Zaydún escribió bellas epístolas a sus amigos para que intercedieran por él ante Ben Chauar. Al fin, sus súplicas tuvieron efecto, y fue libertado, aunque alejado de la corte con misiones de embajador ante otros reyes de taifas. Recorrió distintas cortes (Sevilla, Badajoz, Valencia), para instalarse por último en 1049 en Sevilla en la corte de al-Mutádid como secretario, cargo que desempeñará hasta su muerte en 1070 o 1071, ya con al-Mu'támid como rey. En este periodo escribirá poesía áulica al servicio de sus nuevos protectores, los abadíes sevillanos, renovando el panegírico, sobre todo en los destinados al joven príncipe y poeta, al-Mu'támid, por quien sentía un cariñoso afecto y respeto a su calidad como lírico.




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