jueves, 30 de julio de 2020

12. Alexandra David-Néel, la gran viajera

Alexandra David -Neel, con su hijo adoptivo

Existen mujeres viajeras, grandes viajeras. Pero nuestra protagonista va un paso más allá. Por eso me refiero a ella como LA gran viajera, porque dejó atrás a todas. Fue la primera occidental que entró en Llhasa, la cuidad de Tibet prohibida a los extranjeros, y no sólo antes que cualquier otra mujer, sino antes que cualquier otra persona occidental. Y no solo entró, sino que permaneció en la ciudad varios meses, disfrazada de mendiga, viviendo como tal.

Pero además de LA gran viajera fue muchas cosas mas: cantante de ópera,  políglota, exploradora, orientalista y experta en la cultura del Tíbet, además de la gran difusora del budismo en Francia,  periodista, conferenciante y escritora.

Alexandra adolescente
Louise Eugénie Alexandrine Marie David, más conocida como Alexandra David-Neel, nació en Francia en 1,868, hija única de un profesor y editor de una revista, que se autoexilió en Bélgica por sus ideas políticas y una mujer católica de ascendencia escandinava,  muy devota. Desde su infancia ya dio muestras de una personalidad muy especial. 

Alexandra con 3 años
  A los dos años se perdió. mientras su familia estaba al borde de un ataque de nervios, Alexandra estaba tan tranquila. Cuando la encontraron ni lloraba ni estaba asustada, Con su lengua de trapo solo pedía que la dejaran seguir paseando. Con 15 años intentó embarcarse sola para Gran Bretaña, sin tener ni siquiera pasaje, lo que su familia impidió porque en aquella época ninguna mujer decente viajaba sola.

Hija de padres tan diferentes, recibió una educación muy particular. Siendo todavía una niña, su padre la llevó a presenciar la ejecución de varios revolucionarios de la Comuna. A instancias de su padre, recibió clases de canto (circunstancia que finalmente la pondria en el camino a Asia, junto con su interés por el budismo, descubierto al ver un estatua de Buda en el Museo Nacional de Arte asiático Guimet, en París).

Su frustrado intento de viaje a Gran Bretaña no hizo más que encender sus ansias viajeras. Antes de cumplir 25 años, ya había ido por su cuenta a India, Túnez y España, que visitó en bicicleta.

Alexandra frecuentó durante toda su infancia y su adolescencia al geógrafo anarquista Élisée Reclus. Éste la lleva a interesarse por las ideas anarquistas de la época (Max Stirner, Mijaíl Bakunin...) y por las ideas feministas que le inspiraron la publicación de Pour la vie. Por otra parte, se convirtió en colaboradora libre de La fronde, periódico feminista administrado cooperativamente por mujeres, creado por Marguerite Durand, y participó en varias reuniones del «consejo nacional de mujeres francesas», aunque rechazó algunas posiciones adoptadas en estas reuniones (por ejemplo, el derecho al voto). Para ella era mucho más importante la enmancipación económica de las mujeres que el derecho al voto,  ya que , según ella, la falta de independencia económica es la causa esencial de la desgracia de las mujeres, que no pueden disfrutar de independencia financiera. Por otra parte, Alexandra se alejó de estas «amables aves, de precioso plumaje», refiriéndose a las feministas procedentes de la alta sociedad, que ignoraban la lucha económica a la que debían enfrentarse la mayoría de las mujeres.

 En 1.904 se casó en en Túnez con Philippe Néel, ingeniero en jefe de los ferrocarriles tunecinos, a quien había conocido en el casino de Túnez, y de quien era amante desde el 15 de septiembre de 1900. Aunque su vida en común fue a veces tempestuosa, estuvo siempre impregnada de respeto mutuo. Se conservan las cartas que escribió a su marido hasta la muerte de éste, todas en un tono muy cariñoso. Las escritas por él se perdieron en China a causa de la guerra. Se querían mucho, pero no eran capaces de convivir. Ella le comunicaba a su marido que estaría ausente unos meses a causa de un viaje.....y tardaron 14 años en volverse a encontrar.

Gracias a sus estudios de canto en el conservatorio de París fue contratada por el Teatro de la Ópera de Hanoi (entonces en la Indochina francesa). Allí se convirtió en la primera soprano, cantando los papeles protagonistas de la Traviatta o Carmen, por ejemplo. A los 36 años dejó la ópera, aunque su voz prodigiosa estaba en su mejor momento, porque heredó de su abuelo materno una considerable cantidad de dinero y eso le permitía  planear los viajes que ambicionaba desde su adolescencia.

 Planificó un viaje a India que se materializó en 1911. A los 43 años, conocía en profundidad las doctrinas orientales. Su ambición era entrar en contacto con los maestros. Desembarcó en Ceilán, actual Sri Lanka, y se dirigió a Sikkim , en el Himalaya, donde logró la decisiva audiencia con el Dalai Lama en el exilio. Su estrecha relación con el heredero de este pequeño reino, situado entre Nepal, Bután y Bengala, le dio una gran libertad de movimiento.



En sus monasterios se inició en la práctica del ascetismo tibetano. Tras un retiro en una ermita situada a 4.000 metros de altitud, el lama de Lachen le otorgó la categoría de lama (maestra) con el título de 'Lámpara de la Sabiduría'.

Lama Yogden, hijo adoptivo de
Alexandra David Neel
Fue entonces cuando conoció al joven Yongden, que le acompañó en sus viajes y a quien, finalmente, adoptó. Desde Sikkim, atravesó Nepal y se estableció durante un año en Benarés, donde profundizó en sus conocimientos del hinduismo con diversos gurús. Tras su estancia en India realizó su primera incursión en Tíbet. El acceso a su territorio, bajo soberanía china, había sido prohibido por las autoridades británicas.

Alexandra atravesó la frontera y llegó hasta el monasterio de Tashilumpo, sede del Pachen Lama, segunda autoridad religiosa del país, que la reconoció como lama (maestra). A su retorno, el gobernador inglés la expulsó de la India, por la desobediencia de haber entrado en Tibet. Inició entonces un itinerario de estudio que la llevaría a recorrer centros budistas en Birmania, Corea, Japón, China y Mongolia.

Había pasado la Primera Guerra Mundial cuando, con 53 años, decidió redimir su intento frustrado y alcanzar Lhasa, la capital de Tibet. Viajó junto a Yongden, quien ya también había alcanzado la dignidad de lama.



El viaje duró ocho meses. Sobrevivieron a base de limosnas de té con mantequilla de yak y tsampa, las gachas tibetanas, que les ofrecían las familias que les acogían.

La ciudad de Lhlasa,. En la cima, el palacio de Potala
residencia oficial del Dalai Lama


Durante el trayecto, se enfrentaron a tormentas de nieve, largas travesías a pie, pasos de montaña y un puente colgante cuyo soporte cedió mientras cruzaban un río helado. Cualquier otro hubiera explotado hasta la saciedad esa hazaña. Ella no sólo no lo hizo, sino que le quitó hierro. Tuvo que pagar un alto peaje para llegar hasta allí (“los campamentos en la nieve, el hambre, el frío, el viento que me cortaba la cara y me dejaba los labios tumefactos y ensangrentados”). Pero, de hecho, la misteriosa Lhasa le decepcionó, sobre todo cuando vio en los comercios “montones de cacerolas de aluminio expuestas como si fuesen objetos exóticos”. Un poco decepcionada por la ciudad, quedo fascinada por el camino, cuando vivió inmersa “en un silencio donde sólo cantaba el viento, en soledades casi desprovistas incluso de vida vegetal, entre caos de rocas fantásticas, picos vertiginosos y los horizontes de luz cegadora del Himalaya”, a pesar de que había tenido que superar pruebas que hubieran sido consideradas muy audaces incluso  “para hombres jóvenes y robustos”.

Alexandra, en el centro, en Lhlasa, en 1.924 



Llegó a Lhasa, convertida en un “esqueleto andante”, con 56 años. Se vistió de andrajos y se tiznó la cara con hollín para pasar desapercibida. Allí dedicó su tiempo a aprender de los maestros que encontró a su paso. Alexandra se mostró muy interesada por una práctica budista denominada creación de un tulpa. Los lamas budistas le advirtieron que era una enseñanza nada recomendable, pues consiste en la creación de un fantasma generado a través de nuestra mente. Alexandra fue advertida de que estas creaciones podían volverse peligrosas o incontrolables. Demasiado tarde, Alexandra estaba fascinada con la idea e ignoró la advertencia de sus educadores.

Bajo la concepción del mundo según los lamas, el universo en el que vivimos es una proyección creada por nosotros mismos, no hay fenómeno que exista si no es concebido por el espíritu humano. Los tulpas son entidades creadas por la mente de los lamas y son generalmente utilizados como esclavos. Son figuras visibles, tangibles, creadas por la imaginación de los iniciados.

Alexandra se alejó del resto de sus compañeros y, una vez aislada de todo, comenzó a concentrarse en dicha práctica. Ella visualizó en su interior lo que quería crear, imaginando un monje de baja estatura y gordo. Quería que fuese alegre y de inocente actitud. Tras una dura sesión, aquella entidad apareció frente a ella.

Aquella entidad era algo así como un robot, sólo realizaba y respondía a los mandatos de su creadora. Con una sonrisa fija en su rostro, el monje accedía sin rechistar a lo que ella le ordenaba. Lamentablemente, no siempre fue así y aquel tulpa comenzó a realizar actividades que no les había sido encomendadas. Tal era la independencia de aquel fantasma de apariencia corpórea que los demás monjes lo confundían con uno más. Aquella entidad comenzaba a ser un ser con voluntad propia. A medida que iba siendo más independiente, los rasgos físicos que aquel bonachón monje fantasma fueron cambiando. Su afable sonrisa fue cambiada por otra más pícara, su mirada pasó a ser malévola y nada afable para todos los que convivían con aquel extraño ser. La propia Alexandra comenzó a sentir miedo. En su libro publicado, Magic and Mystery in Tibet, Alexandra David-Néel narra los seis duros meses que duró el invertir aquel proceso, conseguir que su creación se desvaneciera. Aquel monje se había hecho insoportable y Alexandra tardó antes de conseguir invertir aquel proceso.

Alexandra era una mujer de retos, como cuando se propuso pasar dos largos años en una cueva y dedicar todo el tiempo a la meditación. Acompañada únicamente por su maestro, Alexandra aprendió tibetano y el tantrismo budista en una cueva a 4.000 metros de altitud y estuvo a punto de morir congelada ya que solamente llevaba una fina túnica de algodón. Pero para ella, todo aquello era excitante. “Será duro, pero increíblemente interesante”- comentó la exploradora a sus amigos antes de meterse en la cueva. Caminaba a diario 40 kms, para que la falta de resistencia física no pudiera truncar sus ansias de descubrimiento,

Alexandra volvió a Francia en 1946, tras el fallecimiento de su marido. Se instaló en Digne, al pie de los Alpes, escribió libros y pronunció conferencias, dando a conocer el budismo y el hinduismo en Francia. Se le galardonó con una medalla de oro por la Sociedad de Geografía de París y nombrada Caballero de la Legión de Honor.

En 1937, las ganas de echarse de nuevo al camino la vencieron. Ella y Aphur Yongden pusieron rumbo a China, donde les aguardaban los horrores de la guerra y de la invasión japonesa. Tenía 69 años. ¿Qué hizo? ¿Plegar velas? La retirada no formaba parte de su diccionario. Continuó viajando por Asia hasta 1945, cuando regresó por fin.

El 7 de octubre de 1955, una fulminante enfermedad causó la muerte de su hijo. Su madre siguió dedicándose al estudio y realizó pequeños viajes por Europa, pero la tristeza y la artritis lograron lo que nunca antes nadie logró. Renunció a las aventuras. ¿Renunció? No del todo.  Así reemprendieron juntos el viaje.

A punto de cumplir 101 años, se acercó a la comisaría del pueblo para solicitar la renovación de su  pasaporte "por si acaso". Murió el 8 de septiembre de 1.869, con 100 años. Había dejado dispuesto que sus cenizas y las de su hijo fueran arrojadas al Ganges, para emprender juntos, una vez más, un último viaje, lo que no pudo llevarse a cabo hasta 1.973.

La vida y figura de Alexandra David Neel ha inspirado estudios académicos, biografías, películas  y hasta un comic. Da nombre a calles, a una línea de tranvía en París y a un Liceo.





miércoles, 29 de julio de 2020

11. Phillis Whheatley, la primera afroamericana en publicar un libro en EEUU

Aviso: esto no lo he escrito yo. Lo publicó en un grupo de Facebook al que pertenezco Jorge Carlos Hernández González, que a diario nos deleita con historias sobre interesantísimos personajes y  acontecimientos dignos de conocer y recordar. Ante la imposibilidad de compartir su publicación (no me manejo muy bien en Facebook), pesa más mi convencimiento de que esta historia sea conocida y su protagonista, honrada, que cualquier otra consideración. Espero que Jorge Carlos no se moleste. Desde aquí le animo a abrir su propio blog para abrir al mundo sus historias. Una vez establecido que no me gusta adornarme con plumas ajenas, pasamos  a la verdadera protagonista, a la que conoceremos por el nombre de Phillis Wheatley, a falta de su verdadero nombre, que nunca conoceremos. Apartir de aquí TODO el texto pertenence a Jorge Carlos:

Phillis Wheatley (1754-1784)

“Fue llamada Phillips, porque así se llamaba el barco que la trajo, y Wheatley, que era el nombre del mercader que la compró.

Había nacido en Senegal.


En Boston, los negreros la pusieron en venta:
-¡Tiene siete años! ¡Será una buena yegua!

Fue palpada, desnuda, por muchas manos.

A los trece años, ya escribía poemas en una lengua que no era la suya. Nadie creía que ella fuera la autora. A los veinte años, Phillips fue interrogada por un tribunal de dieciocho ilustrados caballeros con toga y peluca.

Tuvo que recitar textos de Virgilio y Milton y algunos pasajes de la Biblia, y también tuvo que jurar que los poemas que había escrito no eran plagiados. Desde una silla, rindió su largo examen, hasta que el tribunal la aceptó: era mujer, era negra, era esclava, pero era poeta.


Phillis Wheatley, fue la primera escritora afroamericana en publicar un libro en los Estados Unidos.

En Wikipedia se pueden encontrar algunos datos más para rellenar este aarmazón, aunque no muchos más.

martes, 14 de julio de 2020

10. Lavinia Fontana y Sofonisba Anguissola, dos mujeres para un bicentenario


Con motivo del bicentenario del Museo del Prado, dicha institución ha organizado un buen número de actos, entre los que se encuentra un merecido homenaje a estas pintoras renacentistas italianas, que incluye una exposición conjunta bajo el título: Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana,  la edición del catálogo correspondiente, media docena de conferencias, un curso.....

Lo que El Prado ha unido, que no lo separe el hombre. Por eso y porque tienen muchas cosas en común, las agrupo en una misma entrada: nacidas ambas en el siglo XVI, famosas y reconocidas en vida, agraciadas con padres que las apoyaron y las animaron a cultivar su talento. Pero, puesto que forzosamente por alguna hay que empezar, comienzo por Sofonisba Anguissola, aunque sea solo por su vinculación con España, donde residió en la corte de Felipe II, a quien pintó en su retrato más conocido y reproducido, también a su tercera esposa, Isabel de Valois, a las infantas y a otros importantes personajes.

Autorretrato de Sofonisba pintando. 1,556. Museo Lancut, Polonia
  

Lucía, Minerva y Europa Anguissola jugando al ajedrez.
Pintura de Sofonisba Anguissola, de 1.555

 M, Nacional de Poznan
   Sofonisba Anguissola nació en Cremona, hacia 1.535. Fue la mayor de siete hermanos, pero no la única pintora de la familia. Su padre, Amilcare Anguissola animó a sus hijas Sofonisba, Elena, Lucia, Europa, Minerva y Ana María a perfeccionar sus talentos. Como resultado de ello, nada menos que cuatro de sus hermanas cultivaron la pintura, aunque la mayor fue la más famosa y la mejor dotada. Elena, la segunda hermana y de la que Sofonisba hizo un retrato, dejo la pintura al ingresar a un convento; Ana María y Europa dejaron la pintura al casarse, y Lucía, la mejor pintora de las hermanas de Sofonisba, murió joven. Asdrubale, el único hijo varón, estudió música y latín, pero no pintaba.

Autorretrato
con su maestro
B. Campi
   A la edad de 14 años su padre la envió, junto con su hermana Elena, a estudiar con Bernardino Campi, pintor también nacido en Cremona, un respetado autor de retratos y escenas religiosas de la escuela de Lombardía. Cuando Campi se mudó a otra ciudad, Sofonisba continuó sus estudios con el pintor Bernardino Gatti.



En 1554, Sofonisba viaja a Roma, donde conoce a Miguel Ángel por mediación de otros pintores que conocían bien su obra. Este encuentro con el artista fue un gran honor para la pintora y se benefició de ser "informalmente" instruida por el gran maestro. Cuando él le pidió que pintara un niño llorando, Sofonisba dibujó un Niño mordido por un cangrejo (en el niño retrató a su hermano pequeño), y cuando Miguel Ángel lo vio, reconoció de inmediato el talento de ella. A partir de ese momento, el genio le daba bosquejos de su cuaderno de notas para que ella los pintara con su estilo personal y le ofreció consejo sobre los resultados. Durante al menos dos años, Sofonisba continuó este estudio "informal", recibiendo una sólida orientación del mismo Miguel Ángel, aunque fuera de manra informal.

Vasari escribió sobre ella: «Anguissola ha mostrado su mayor aplicación y mejor gracia que cualquier otra mujer de nuestro tiempo en sus empeños por dibujar; por eso ha triunfado no sólo dibujando, coloreando y pintando de la naturaleza, y copiando excelentemente de otros, sino por ella misma que ha creado excelentes y muy bellas pinturas».

Hacia 1.558 tuvo un encuentro que iba a marcar el futuro rumbo de su vida. En Milán pintó al duque de Alba, Cuando éste llevó a cabo las negociaciones para la boda de Felipe II con su tercera esposa, Isabel de Valois, Alba pensó en ella para ser una de las damas en la corte, porque la futura reina era aficionada al dibujo. Sofonisba pasó 13 años en España, primero como dama de lareina,

   A los 25 años llegó Sofonisba a España. Permaneció 13 años, primero como dama de la reina. A la muerte de ésta, como tutora de las infantas, especialmente Isabel Clara Eugenia. En este periodo trabajó tan estrechamente con Sánchez Coello, pintor de cámara de Felipe II, que el famosoretrato del rey, por el que todos lo conocemos, atribuido desde casi siempre a Sanchez Coello, hoy se sabe que es obra de Sofonisba. En los años siguientes retrató a casi todos los personajes de la corte, como la hermana y el hijo del rey, y su tercera y cuarta esposas.

En 1,570 continuaba soltera. Como se solía hacer con las damas de la reina, se habla de buscarle un marido. Ella pidió que fuera italiano. Y se concierta la boda con   Fabrizio Moncada, hijo del príncipe de Paterno, virrey de Sicilia, noble siciliano de ascendencia aragonesa. La boda se celebra con gran boato. Recibió una dote del rey. En 1,573 se marcha a Sicilia hasta 1,579, ya para entonces viuda.

Viajando hacia Cremona, Sofonisba conoció al noble genovés Orazio Lomellino, considerablemente más joven que ella, el capitán del barco en el que viajaba. Se casaron en 1579 en Pisa. Se establecieron en Génova, en una gran casa en donde pudo tener su propio estudio y tiempo para pintar y dibujar. La generosa pensión que le otorgó Felipe II, además de la fortuna personal de Orazio permitió a Sofonisba pintar y vivir libre y cómodamente. Bastante famosa entonces, recibió la visita de muchos de sus colegas. Varios de éstos eran más jóvenes que ella y aprendían e imitaban el estilo distintivo de Anguissola. Desde 1581 hasta 1615 reside en Génova, donde mantiene una posición de prestigio tanto por su cultura y su talento artístico como por sus privilegiados contactos con la corte española. Sus últimos diez años los pasa en Palermo, en sus posesiones sicilianas. En 1623, la visitó el pintor flamenco Anton van Dyck, quien hizo alusiones a sus visitas a Sofonisba en su hoy famoso cuaderno de bocetos del Museo Británico de Londres. Van Dyck dijo: «Aunque su vista está debilitada, se mantiene aún muy alerta mentalmente». En contra de lo que algunos biógrafos reclaman, ella nunca se llegó a quedar ciega; quizá tuvo cataratas. Murió en Palermo en 1625. Fue internacionalmente aclamada y respetada a lo largo de su vida.

Siete años después, en lo que sería la celebración del centenario de su nacimiento, su viudo colocó una inscripción en su tumba en la que se leía, en parte: «A Sofonisba, mi mujer [...] quien es recordada entre las mujeres ilustres del mundo, destacando en retratar las imágenes del hombre [...] Orazio Lomellino, apenado por la pérdida de su gran amor, en 1632, dedicó este pequeño tributo a tan gran mujer».




Lavinia Fontana, nació en 1552 en Bolonia (Italia). Fue hija del pintor Prospero Fontana, pintor de la escuela de Bolonia, que le enseñó el oficio. El estilo de Fontana fue, efectivamente, muy cercano al manierismo tardío que practicaba su padre. Ya desde muy joven se hizo un nombre como pintora de pequeñas obras de gabinete, principalmente retratos.

La mayoría de las mujeres que en esta época se dedicaron a la pintura, aprendieron con sus padres. Y muchas se casaron con otro pintor del mismo taller, lo que facilitaba que pudieran seguir dedicadas a ese trabajo.​ También es el caso de Fontana que se casó en 1577, con 25 años, con Gian Paolo Zappi.También era pintor del taller de Prospero Fontana y miembro de una familia noble. Tuvo once hijos con él. Siguió pintando durante su matrimonio para ayudar a la familia mientras su esposo se encargaba de la casa y asistía a su mujer como ayudante. Zappi, también ayudaba a su esposa en las labores artísticas, se dice que le ayudaba a realizar el fondo de sus obras. En 1603, tras la muerte de su padre, se muda permanentemente a Roma. Aquí fue elegida pintora oficial de la corte del papa Clemente VIII. También obtuvo el mecenazgo de los Boncompagni. Fue elegida como miembro de la Academia di San Luca. Con la muerte del papa Clemente VIII en 1605 fue designada retratista de la corte del papa Paulo V.

Lavinia Fontana consiguió una fortuna que utilizó en obtener una gran colección de antigüedades. Hasta su muerte en Roma en 1614, Fontana recibió varios reconocimientos, en 1611 se acuñó una medalla en su honor realizada por el escultor Felipe Antonio Casoni, en la que se le representa de perfil por el anverso, y de frente a su caballete en el reverso.

Lavinia Fontana, fue una de las artistas femeninas más reconocidas en el Renacimiento junto a Sofonisba Anguissola. Se puede apreciar la influencia de la pintora de Cremona, en su gusto por los detalles y su excelente técnica a la hora de recrear joyas y tejidos. Trabajaron en el mismo contexto, como cualquier pintor masculino, aceptando encargos de particulares y viviendo de sus ingresos como artistas. Su producción es la mayor de una mujer antes del siglo XVIII. Se conservan, firmadas y fechadas, 32 pinturas, pero documentadas hay más de 135.


Los retratos fueron la principal ocupación de Lavinia Fontana en Bolonia y más tarde en Roma, género en el que destacó por la variedad de tipologías utilizadas.Fue sin duda la pintora preferida de las damas, cuyas pretensiones de mundanidad y sofisticado lujo quedaron bien reflejadas en sus retratos.

Lavinia desplegó todas sus habilidades para visualizar la opulencia de la indumentaria, los variados textiles, las numerosas joyas o la fina elaboración de los encajes, además de los inevitables perritos falderos. También representó a los niños de las familias más notables de la ciudad en composiciones religiosas destinadas a capillas privadas, retratados junto al padre o la madre o formando parte del grupo familiar.

Fue admitida en la Academia de Roma, ciudad en la que murió  en 1.614.

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Fuentes consultadas: la web del Museo del Prado y Wikipedia

jueves, 9 de julio de 2020

9.Isabel Zendal Gómez. la enfermera que cambió el rumbo del mundo

Esta entrada viene con dedicatoria
A Toñi, María del Camen y Mila Fernández Blanco
Enfermeras, hermanas, vecinas y amigas,
En particular a Mari Carmen, la más cercana a mi en edad. porque es con la que he tenido más contacto y porque es la madre de las tres personitas que más quiero en el mundo


La entrada está dedicada a Isabel Zendal, enfermera coruñesa, pero antes de conocre su historia, habr´que tocar algunos temas previos, para apreciarla con más aprovechamiento.

1. LA VIRUELA (1)


La historia de la viruela ocupa una posición única en la salud humana y la medicina. La viruela es una de las enfermedades más mortales que conocen los humanos, y también es la única enfermedad que ha sido erradicada con la vacunación.

Los síntomas de una infección típica de viruela comenzaban con una fiebre y un letargo de unas dos semanas después de haber estado expuesto al virus Variola major.Otros síntomas comunes eran: dolor de cabeza, dolor de garganta y vómito. En unos cuantos días, aparecían erupciones elevadas en la cara y el cuerpo, se formaban llagas dentro de la boca, la garganta y la nariz, y también crecían pústulas llenas de líquido; en algunos casos, estas pústulas se unían entre sí y abarcaban grandes zonas de la piel. Aproximadamente a la tercera semana de la enfermedad, se formaban costras que se separaban de la piel.

El virus Variola minor provocaba una forma de viruela similar, pero mucho menos grave.

La viruela se transmitía por un contacto cercano con las llagas o las gotitas emitidas por la respiración de una persona infectada. La ropa de cama o prendas de vestir contaminadas también podían transmitir la enfermedad. Un paciente seguía siendo foco infeccioso, hasta que la última costra se separaba de la piel.

Por lo general, en la segunda semana de la infección morían aproximadamente un 30% de los casos de viruela del tipo Variola major.

Por lo general, en la segunda semana de la infección morían aproximadamente un 30% de los casos de viruela del tipo Variola major.La mayoría de los supervivientes conservaba cierto grado de cicatrización permanente, que también podía ser extenso. Igualmente, podían surgir otras deformidades, como la pérdida de tejido labial, nasal y cartilaginoso; y como resultado de las costras en las córneas, la persona infectada podía quedar ciega. La Variola minor era menos grave y provocaba menos estragos y muerte entre los infectados.

Algunos cálculos indican que las muertes por viruela a nivel mundial sólo  durante el siglo XX sumaron más de 300 millones.

La gente ha utilizado la vacuna contra la viruela desde que Edward Jenner probó su teoría a través de la inoculación con material de una llaga de viruela vacuna para proteger a una persona contra la viruela. A final de cuentas, el trabajo de Jenner condujo a la producción y comercialización generalizadas de la vacuna contra la viruela.El último caso de viruela silvestre en EE.UU. se dio en 1949. Después de campañas intensivas de vacunación en las décadas de 1960 y 1970, el último caso de viruela silvestre del mundo ocurrió en Somalia 1977



Algunos cálculos indican que las muertes por viruela a nivel mundial durante el siglo XX sumaron más de 300 millones. 

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2. EDWARD JENNER (2)

   Edward Jenner es llamado "el padre de la inmunología", y se dice que su trabajo "ha salvado más vidas que el trabajo de cualquier otro hombre".

Edward Anthony Jenner nació el 17 de mayo de 17495​ (6 de mayo en el calendario juliano) en Berkeley, Gran Bretaña, como el octavo de nueve niños. Su padre, el Reverendo Stephen Jenner, fue el vicario de Berkeley, por lo que Jenner recibió una sólida educación básica.

Posteriormente se convirtió en un afamado investigador, médico rural y poeta, cuyo descubrimiento de la vacuna antivariólica tuvo trascendencia definitoria para combatir la viruela. En el campo de la zoología, fue la primera persona en describir el parasitismo del cuco. En 2002, Jenner fue incluido en la lista de los 100 ingleses más importantes, según la BBC.

Edward Jenner nació en la ciudad de Berkeley, Gloucestershire, al sur de Inglaterra. Fue el octavo hijo de Sarah Head, esposa del vicario Stephen Jenner.  Antes de este nacimiento, el matrimonio había perdido dos hijos. Edward fue bautizado con el mismo nombre de uno de sus hermanos que falleció a los cinco años de edad, precisamente dos semanas antes de su nacimiento. Stephen Jenner era un hombre culto educado en Pembroke y Oxford, después de realizar sus estudios eclesiásticos fue el vicario de la iglesia parroquial de Berkeley desde 1792, el mismo año en el que contrae nupcias con Sarah Head, hija del anterior vicario Henry Head, al que había sustituido en la parroquia. En la vicaría de Berkeley se llevaba la modesta vida de un clérigo. Los ingresos que proporcionaba el servicio parroquial, junto con los procedentes de sus propiedades permitieron al vicario ofrecer a sus hijos bienestar material, pero sobre todo, darles una buena educación. En este ambiente cultural los dos hermanos mayores de Edward, Stephen y Henry siguieron los estudios eclesiásticos en Oxford como su padre.

En el mes de mayo de 1754 Sarah Jenner da a luz a su noveno hijo, el 8 de mayo es bautizado con el nombre de Thomas, pero fallece al día siguiente. Veinticuatro horas después Sarah Jenner fallece por complicaciones puerperales a la edad de 46 años y sólo dos meses después el 9 de diciembre fallece el vicario Stephen Jenner, dejando a Edward huérfano a la temprana edad de cinco años quedando al cuidado de su tía Deborah y de su hermana mayor Mary. Su hermano mayor Stephen asume la responsabilidad de la familia Jenner, y para Edward será su guía paternal. Antes de acudir a la escuela, las hermanas de Edward ya le habían enseñado las reglas básicas de matemáticas, música, a leer y a escribir. Con estos conocimientos básicos ingresa a la escuela de gramática Wotton-under-Edge, situada a cuatro millas al este de Berkeley. Esta escuela es dirigida por el reverendo Tomas Clissod, donde recibe clases de latín y griego, pero al muy joven Edward lo que más le apasionaba era dar largos paseos por las colinas y bosques y así observar y aprender de la naturaleza. Entre las piedras calizas de las pequeñas colinas cerca de su casa buscaba fósiles. También coleccionaba nidos de ratones de campo, de los que llegó a tener más de cincuenta.

Cuando Edward Jenner tenía ocho años, en Berkeley surgió un brote de viruela, por lo que la familia de Edward decide que es necesario aplicarle el único método preventivo conocido hasta entonces: la variolización (método que había importado a Inglaterra la exploradora Lady Mary Wortley Montague vista dicha costumbre en el Imperio otomano), pues era ya un hecho conocido que la viruela sólo se padecía una vez en la vida, por eso la mayoría de los médicos de la época recomendaban practicar la inoculación en los niños y así evitar que adquiriesen una forma mortal, lo cual ocurría de manera muy frecuente en esa época. Sin una base real de conocimientos científicos, e ignorando los principios de la antisepsia, la variolización se rodeaba de cierto misterio y cada médico o farmacéutico empleaba su propio método. A Edward Jenner y a sus compañeros les realizó las inoculaciones el boticario Mr. Holborn de la cercana localidad de Wotton-under-Edge. En la inoculación los niños recibían un corte hasta el sangrado en un brazo donde el Sr. Holborn aplicaba el contenido purulento de la vesícula de un enfermo de viruela, después cubría la herida con un vendaje limpio. Los que recibían la inoculación debían ser aislados pues presentaban la enfermedad y podían transmitirla a otras personas que no la habían padecido. A Edward y sus compañeros los aíslan en un establo maloliente, con poca iluminación y sin ventilación, donde tenían que comer, dormir y hacer sus necesidades por cuarenta días (cuarentena) una experiencia terrible que Edward al igual que los demás inoculados no olvidarán con facilidad.

La viruela era una enfermedad que se había convertido en una terrible epidemia. La gente de su pueblo lo creía loco, porque había empezado a probar la vacuna contra la viruela con un niño sano de ocho años llamado James Phipps, después de que el tratamiento con James Phipps dio un resultado favorable lo empezó a utilizar con otras personas, ante la cerrada oposición de otros médicos. Las personas creían que si se vacunaban les crecerían apéndices vacunos en el cuerpo y sobre eso se hizo una sátira llamada "The cow pock".

En la época de Jenner, la inoculación ya era una práctica común, pero implicaba graves riesgos. En 1721, Lady Mary Wortley Montagu había importado la variolación en Gran Bretaña después de haberla observado en Constantinopla. Voltaire escribió que por entonces el 60% de la población padecía la viruela y que el 20% fallecía por la enfermedad. Voltaire también afirmaba que los circasianos utilizaban la inoculación desde tiempos inmemoriales, costumbre que pudo haber sido imitada por los turcos.

Los pasos dados por Edward Jenner para crear la vacuna, la primera vacuna contra la viruela. Jenner primero inoculó a James Phipps con la viruela de las vacas (un virus similar al de la viruela), para crear inmunidad, a diferencia de la variolación, que utilizaba la viruela para crear una inmunidad a sí misma.

En 1768, el médico inglés John Fewster se había dado cuenta de que la infección previa con la viruela vacuna hacía que una persona fuera inmune a la viruela.

En los años siguientes a 1770, por lo menos cinco investigadores en Inglaterra y Alemania (Sevel, Jensen, Jesty en 1774, Rendell, y Plett en 1791) probaron exitosamente una vacuna contra la viruela en seres humanos.

Por ejemplo, el agricultor de Dorset Benjamin Jesty​ fue vacunado con éxito y presumiblemente adquirió inmunidad inducida artificialmente con el virus de las vacas al igual que su esposa y sus dos hijos con anterioridad a la epidemia de viruela de 1774. Pero no fue hasta el trabajo de Jenner que el procedimiento llegó a ser ampliamente entendido. Jenner pudo haber conocido el procedimiento utilizado por Jesty y el éxito obtenido.

Al observar el hecho comúnmente conocido de que las lecheras eran generalmente inmunes a la viruela, Jenner postuló que el contacto de las lecheras durante el ordeño con el pus de las ampollas de las vacas (conteniendo el virus de la viruela bovina, una enfermedad similar a la viruela, pero mucho menos virulenta) las protegía de la viruela.

El 14 de mayo de 1796, Jenner probó su hipótesis inoculando a James Phipps, un niño de ocho años, hijo de su jardinero de Jenner. Raspó el pus de las ampollas de la viruela en las manos de Sarah Nelmes, una lechera infectada de la viruela vacuna por una vaca llamada Blossom (cuya piel ahora cuelga en la pared de la biblioteca de la escuela de medicina de San Jorge, en Tooting). Phipps fue el decimoséptimo caso descrito en el primer artículo de Jenner sobre vacunación.

Jenner inoculó a Phipps en ambos brazos ese día, lo que le produjo posteriormente fiebre y cierta inquietud, pero ninguna infección grave. Posteriormente, le sometió al procedimiento de variolación,​ el método habitual de inmunización en ese momento, que en ocasiones suponía contraer la grave enfermedad. No se produjo ningún síntoma. El niño fue más adelante probado de nuevo con material variólico, y de nuevo no mostró ningún signo de infección.

Donald Hopkins señala que: "La contribución principal de Jenner no fue que inoculó a algunas personas con la vacuna, sino que después demostró que eran inmunes a la viruela."

Además, demostró que el pus protector de la viruela vacuna podría inocularse eficazmente de persona a persona, y no solo directamente del ganado.

Probó con éxito su hipótesis sobre otros 23 pacientes adicionales.

Jenner continuó su investigación e informó a la Royal Society, que no publicó el documento inicial. Después de revisiones e investigaciones posteriores, publicó sus hallazgos sobre los 23 casos. Algunas de sus conclusiones eran correctas, algunas erróneas; los métodos microbiológicos y microscópicos modernos harían que sus estudios fueran más fáciles de reproducir. El establecimiento médico deliberó extensamente sobre sus hallazgos antes de aceptarlos. Finalmente, se aceptó la vacunación, y en 1840, el gobierno británico prohibió la variolación de la viruela para inducir la inmunidad y proporcionó la vacunación con vacuna gratuita.

El éxito de su descubrimiento pronto se extendió por Europa y se utilizó en masa en la Corona Española, donde se emprendió La Expedición Balmis, una misión de tres años de duración a las Américas, Filipinas, Macao, y China, dirigida por el doctor Francisco Javier Balmis con el objetivo de inocular a miles de personas la vacuna contra la viruela.​ La expedición tuvo éxito y Jenner escribió: "No me imagino que los anales de la historia contengan un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como este".​ Napoleón Bonaparte, que en ese momento estaba en guerra con Gran Bretaña, hizo vacunar a todas sus tropas, y a petición de Jenner, liberó a los prisioneros de guerra ingleses y les permitió regresar a sus casas. El emperador francés comentó que "no podía negar nada a uno de los más grandes benefactores de la humanidad".

El trabajo continuo de Jenner sobre la vacunación le impidió continuar con su práctica médica ordinaria. Fue apoyado por sus colegas y el rey en la petición al Parlamento, y se le concedieron 10.000 libras esterlinas en 1802 por su trabajo en la vacunación. En 1807, se le concedieron otras 20.000 libras después de que el Real Colegio de Médicos confirmase la eficacia generalizada de la vacunación.

Jenner regresa a Berkeley y continúa recibiendo honores que le llegan desde distintos puntos del mundo. Cualquier petición de su parte, a diferentes autoridades, era prácticamente complacida. De la misma forma se le quería y respetaba en su pueblo, donde continuaba esforzándose por sus pacientes. Fue elegido como alcalde del pueblo a causa de su decisión de permanecer allí. Falleció víctima de una apoplejía, el 26 de enero de 1823, a la edad de 73 años, en la localidad de Berkeley, la localidad en la que nació.

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3. FRANCISCO JAVIER BALMIS (3)

   Hijo y nieto de cirujanos, nació en Alicante el 2 de febrero de 1.753. Siguió desde muy joven la tradición familiar. Al terminar los estudios secundarios ingresó, a los diecisiete años, como practicante en el Hospital Real Militar de Alicante, donde, durante cinco años, se formó trabajando junto al cirujano mayor de dicha institución. En 1775, sirvió como practicante militar en la expedición al mando del general conde de O’Reylli, que la armada española envió, por mandato de Carlos III, contra Argel, con el objetivo de acabar con las incursiones de piratas berberiscos por el levante peninsular. Tres años más tarde obtuvo el título de cirujano, tras aprobar el examen reglamentario ante el Tribunal de Protomedicato de Valencia.

Ya cirujano militar, participó en el sitio de Gibraltar como segundo ayudante de cirugía y el 8 de abril de 1781 fue destinado al regimiento de Zamora. Con este regimiento, marchó a América, por primera vez, en la expedición del marqués del Socorro. Permaneció en el Nuevo Mundo diez años, trabajando en diferentes hospitales y guarniciones de las Antillas y de México. En el territorio novohispano, desarrolló una intensa actividad, siendo nombrado, en 1786, cirujano mayor del Hospital de San Juan de Dios de la capital y cuando este viejo hospital se une al de San Andrés en 1790, Balmis aparece como director de la sala de gálicos. Durante este período de actividad en Nueva España, se gradúa en Artes por la Universidad de México (1787) y durante el año 1788 deja temporalmente el ejército y viaja por el virreinato estudiando las plantas autóctonas e investigando la materia médica tradicional utilizada por los indígenas. Por entonces, uno de los más famosos curanderos locales, llamado el Beato, difundió el uso de un remedio popular para las enfermedades venéreas. Una serie de experiencias supervisadas por el Protomedicato en el Hospital de San Juan de Dios había convencido a las autoridades de su eficacia. Balmis, que conocía el remedio y dudaba de la bondad real de las cocciones de las raíces de pita y de begonia, que eran los vegetales que se hacían servir, cuando se responsabiliza de la supervisión de la sala de enfermedades venéreas en el Hospital de San Andrés, experimentó con ellas y acabó convencido de su eficacia, modificando la fórmula inicial y eliminando los elementos que sólo tenían un significado mágico o ritual, como las patas anteriores de algún insecto y otros aditivos.

Balmis participó en el movimiento revitalizador de las ciencias naturales en España de los últimos decenios del siglo XVIII y primeros del XIX. Conocía personalmente a los naturalistas más destacados de nuestro país. Vicente Cervantes (1757-1829), fundador del Jardín Botánico de México, le pidió que se hiciera cargo, en el viaje a la Península en 1791, del traslado a España de cuatro cajas de plantas destinadas al Jardín Botánico de Madrid. En el mismo año, regresó a México y allí recibió la aprobación de su terapéutica con un dictamen favorable del Protomedicato y con el soporte del prelado de la diócesis mexicana.

Vuelve a España en 1792, con cien arrobas de maguey y treinta de begonia. En junio de aquel año, inició las experiencias en los tres hospitales de la Corte, supervisados por una comisión nombrada por el Rey. Estos ensayos provocaron una viva polémica y chocaron con la oposición del protomédico, miembro de la citada comisión, Bartolomé Piñera y Siles, el cual, sin contar con la aquiescencia de sus compañeros, atacó duramente a Balmis en el libelo “Narraciones históricas de las observaciones o ensayos prácticos hechos para examinar y comprobar las virtudes medicinales del ágave y la begonia”. La respuesta del cirujano no se hizo esperar. Consistió en la redacción de un amplio informe: Demostración de las eficaces virtudes, nuevamente descubiertas, en las raíces de las plantas de Nueva España, especies de ágave y begonia para la curación del vicio venéreo y escrofuloso (1794). En ella explica detalladamente cómo conoció las propiedades medicinales de estas especies vegetales y cómo llevó a término un minucioso estudio de cincuenta y tres observaciones clínicas. La monografía fue ampliamente conocida en Europa y al año siguiente se hizo, en Roma, una edición en italiano y en 1797, en Leipzig, una versión en alemán. El informe incluye un comentario no exento de amargura: “Yo vine a España no como los charlatanes y los curanderos que, vendiendo sus drogas, han sacrificado a los pueblos para llenarse los bolsillos, sino como un profesor instruido en la materia, deseoso de procurar el bien público y de cumplir la misión importante que se le dio para ser útil al rey, a la patria y a la salud de los hombres, y siempre en menoscabo de mis intereses, de mi tranquilidad y de mi bienestar”. A pesar de las críticas, el método tuvo aceptación. El Papa ordenó introducir el tratamiento en los hospitales romanos y como reconocimiento a Balmis por traer la begonia a Europa, la planta recibió el nombre oficial de Begonia balmisiana, en el diccionario botánico de la flora mexicana.

En 1795, Balmis volvió a Nueva España con el objeto de recolectar plantas, agotadas las que ya había traído. A partir de estos acontecimientos, su ascenso social y profesional es ostensible. El mismo año, es nombrado cirujano honorario de cámara de Carlos IV, con seis mil reales más de sueldo. Después de los grados obtenidos en México, obtuvo el título de bachiller en Medicina en la Universidad de Toledo (1797). Cursó después tres años en el Real Estudio de Medicina y Cirugía Práctica de Madrid y obtuvo, al parecer, el título de doctor en Medicina en fecha y universidad desconocidas. El ascenso de cirujano a médico le permitió incorporarse, de pleno derecho, a la Academia Médica Matritense, aunque ya había sido aceptado anteriormente, en 1787. Como médico-cirujano, se solicitaron sus servicios por la virreina de Nueva España, emprendiendo un nuevo viaje a aquellos territorios.

Cuando Edward Jenner (1749-1823) dio a conocer su descubrimiento de la vacuna antivariólica, Balmis se encontró entre sus más tempranos partidarios. Fruto de su preocupación por el asunto fue la traducción del Tratado histórico y práctico de la vacuna [...] (1803), del marqués Jacques Louis Moreau de la Sarthe, con un amplio estudio introductorio del propio Balmis, que refleja sus sólidos conocimientos y su amplia experiencia práctica en la materia. En este sentido, J. Pastor Fuster cita en su Biblioteca valenciana, Valencia, 1827-1830, una Introducción para la conservación y administración de la vacuna, y para el establecimiento de juntas que cuiden de ella, que publicó en Madrid, en 1796, en la que no hace referencia al impresor y que no aparece en ningún catálogo de bibliotecas. En junio de 1803, la Junta de Cirujanos de Cámara, integrada por tres figuras de la talla de Antonio de Gimbernat, Leonardo Galli e Ignacio Lacaba, aprobó su proyecto Derrotero que debe seguir para la propagación de la vacuna en los dominios de Su Majestad en América. En el mismo mes recibió el nombramiento de director de la Real Expedición Marítima de la Vacuna. Se trata de la famosa expedición que, entre 1803 y 1806, dio la vuelta al mundo propagando la vacuna antivariólica en extensos territorios de América y también en algunas zonas de Asia. Balmis debe su relieve histórico a esta gran empresa, cantada por el poeta Manuel José Quintana y elogiada con entusiasmo por personajes de diversas naciones y condición, como uno de los hitos iniciales de la moderna medicina preventiva.

Integraban la expedición, además de Balmis, el cirujano catalán José Salvany Lleopart como subdirector; dos ayudantes cirujanos, Manuel Julián Grajales, quien en 1805 obtuvo el grado de doctor en Medicina por la Universidad de Santiago de Chile, y Antonio Gutiérrez Robredo, propuesto por el director de la expedición por tratarse de su discípulo predilecto; dos practicantes, Francisco Pastor Balmis, sobrino del director y, según él, “muy instruido en la vacuna por haberla constantemente practicado a mi lado”, y Rafael Lozano Pérez, seleccionado porque “se ha dedicado a esta nueva inoculación y es cirujano aprobado”; tres enfermeros, Basilio Bolaño, Pedro Ortega y Antonio Pastor; veintidós niños procedentes de la casa de expósitos de La Coruña acompañados de su rectora, Isabel Sendal Gómez, de quien, en un informe de Balmis al ministro Caballero, afirma: “La rectora que con excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”.

Los niños fueron necesarios para conservar el virus vacunal, mediante inoculaciones semanales, en dos de ellos, con el líquido obtenido de las pústulas de los vacunados la semana anterior. Balmis llevaba unos aparatos cuidadosamente preparados —termómetros, barómetros, una máquina neumática, miles de cristales para extensiones de pus...— así como dos mil ejemplares del texto sobre la vacuna que acababa de traducir y que estaba destinado a ser distribuido gratuitamente con objeto de difundir los conocimientos precisos para la práctica de la vacunación. Como finalidad secundaria, instó a los miembros más cualificados de la expedición a no descuidar la descripción y el estudio científico natural, fundamentalmente botánico, de las zonas donde desarrollaran su actividad como vacunadores.

La expedición partió de La Coruña el 30 de noviembre de 1803. A su llegada a Tenerife, comenzó su misión vacunadora. El 6 de enero de 1804 viajó rumbo a Puerto Rico y de allí a la capital de Venezuela el 20 de marzo. A partir de aquí, la expedición se dividió: un grupo se dirigió a la América meridional con Salvany, junto al ayudante Manuel Julián Grajales, el practicante Rafael Lozano Gómez y el enfermero Basilio Bolaño, más cuatro niños que fueron solicitados al gobernador Vasconcelos con la condición de que, a los padres que cedían a sus hijos para este propósito, se les diese una gratificación de cincuenta pesos a cada uno. Las dificultades y obstáculos que sufrieron los expedicionarios fueron extraordinarios: el viaje se inició con un naufragio en la desembocadura del río Magdalena, Salvany enfermó de gravedad y quedó ciego del ojo izquierdo. Finalmente, murió en la ciudad de Cochabamba en 1810 como consecuencia de las duras penalidades que tuvo que sufrir cumpliendo la misión de introducir la vacuna en la cordillera andina. La mayor parte de los miembros de esta subexpedición no regresaría a la Península.

La subexpedición dirigida por Balmis, compuesta por el resto de la tripulación inicial más seis niños de los solicitados a Vasconcelos, difundió la vacuna en las Antillas. En Cuba, se planteó, de nuevo, el problema de la necesidad de niños, que el capitán general de las Islas, marqués de Someruelos, no quiso conceder, teniendo que recurrir a la compra de esclavos, tres mujeres y la incorporación de un niño, tambor del Regimiento de Cuba, financiados por Balmis con doscientos cincuenta pesos. De allí pasó Balmis a la península de Yucatán y virreinato de Nueva España. Allí le costó convencer al virrey. Pero, una vez que éste accedió a vacunarse públicamente con su hijo, todo fue sobre ruedas. En febrero de 1805, embarcó en Acapulco el día 8 del mismo mes en el navío Magallanes, rumbo a Manila.  Cuando llegó el barco a la bahía de Manila, nadie recibió a los expedicionarios; una vez más los altos cargos políticos y el propio obispo no colaboraron, pero en cambio otras autoridades de menor rango, como el deán de la catedral o el sargento mayor de la Milicia fueron incansables defensoras de la vacuna y su ejemplo tuvo efectos muy positivos en la población nativa, de tal forma que, a principios de agosto, ya se habían vacunado nueve mil personas. El 3 de septiembre, a bordo de la fragata Diligencia, Balmis, junto con Francisco Pastor y tres niños, se dirigieron a Macao, sufriendo las consecuencias de un tifón. El 5 de octubre salieron hacia Cantón, para desde allí difundir la vacuna en China. El ayudante Antonio Gutiérrez quedaba encargado de tornar a México con el objeto de devolver los veintiséis niños que habían traído a Filipinas. Ya no quedaba otra cosa más que el regreso a España. El primer barco que salió rumbo a Europa era el portugués Bom Jesus de Alem, que partió hacia Lisboa en febrero de 1806. Con graves problemas económicos para costearse el viaje, Balmis recibió la ayuda de un agente de la Real Compañía Filipina de Cantón, con el préstamo de los dos mil quinientos pesos que necesitaba. Las últimas misivas de Balmis al ministro Caballero, remitidas desde Cantón, informan de todos los incidentes y del tiempo que había consumido en aprender el arte chino y en acercarse a las peculiaridades médicas y científicas tradicionales autóctonas. También recopiló cientos de dibujos de flora asiática y diez grandes cajas de plantas exóticas con destino al Jardín Botánico de Madrid. Finalmente, con las cartas incluyó el emocionado reconocimiento, ya mencionado, de la labor llevada a cabo por Isabel Sendales y Gómez, conmovido por su generosidad y su actuación durante el viaje, en el que, también ella, llegó a enfermar. A su paso por la isla de Santa Elena, Balmis introdujo allí la vacuna, en junio de 1806 y el 14 de agosto arribó al puerto de Lisboa. Casi inmediatamente escribió al ministro Caballero para informarle de los últimos avatares del viaje, incluyendo una detallada relación sobre los ejemplares de plantas que había traído para el Jardín Botánico de Madrid y que quedaban custodiadas en la embajada española. También solicitó la ayuda financiera que le permitiera viajar a Madrid. El 7 de septiembre de 1806 fue recibido por Carlos IV en San Ildefonso, quien elogió con entusiasmo el éxito de la empresa, lo mismo que todos los cortesanos.

Cuando las tropas napoleónicas entraron en España y fue nombrado Rey José Bonaparte, Balmis no juró acatamiento al Monarca y se trasladó a Sevilla, siguiendo en todo momento a la Junta Central, que le ordenó viajar a México con objeto de volver a propagar la vacuna por aquellos territorios, ya que había noticias de que iba extinguiéndose el fluido a causa del abandono de los facultativos de aquellas tierras, responsables de su conservación. A mediados de febrero de 1810 y precipitadamente por el ataque del general francés Sebastiani sobre Málaga, salió Balmis de Cádiz rumbo a Veracruz. Pero las circunstancias habían cambiado y el movimiento insurgente en Nueva España tomaba cuerpo día a día. Balmis tomó partido a favor de la Corona. A su regreso del que fue su último viaje a América, trajo “un cajón de plantas exóticas vivas, para que se aclimaten y propaguen en la Península con utilidad”. En España se le reconoció con honores y varios cargos que desempeñó hasta su muerte el 12 de febrero de 1819.

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ISABEL ZENDAL GONZÁLEZ (4)

Fue una enfermera y rectora del Orfanato de la Caridad de La Coruña. Participó en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de Francisco Xavier Balmis cuidando de los 22 niños de la Casa de Expósitos de La Coruña que viajaron a América, con edades de entre 3 y 9 años, y de los 26 que fueron a Filipinas, durante los 10 años que duró la expedición para llevar la vacuna de la viruela a los territorios españoles de ultramar. Considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la primera enfermera de la historia en misión internacional.

Existen hasta 35 versiones de su nombre entre ellas: Isabel López Gandalia, Isabel Sendalla, Isabel Zendalla, Ysabel Gómez Sandalla, Isabel Cendalla y Gómez, Isabel Cendales, Isabel Gandalla, Isabel Sendales e Isabel Cendala y Gómez.1​ Nació en Ordes (La Coruña).

Su padre, Jacobo Zendal, procedía de la parroquia de Santa Cruz de Montaos, y su madre, María Gómez, de la parroquia de Parada​ ambos eran agricultores pobres. Era la segunda de 10 hermanos. En su infancia era la única niña que iba a clases particulares con el párroco de su pueblo.

En 1778 falleció de viruela su madre María Gómez.

El 31 de julio de 1796 nació su hijo Benito e Isabel lo crió como madre soltera. Isabel, con 20 años, comenzó a trabajar en el Hospital de la Caridad de La Coruña que fuera fundado por Teresa Herrera, primero como ayudante y después como rectora.

El 24 de marzo de 1800 comenzó su trabajo como Rectora de la Inclusa y percibía un salario mensual de 50 reales y el pago en especie de una libra diaria de pan elaborado con harina fina, de primera criba. A partir de mayo de 1801 recibía media libra diaria de pan para su hijo y, desde agosto, media libra de carne al día.

El 14 de octubre de 1803 se publicó el decreto en el que se incorpora a Isabel Zendal Gómez a la expedición:

Conformándose el Rey con la propuesta de V.M. y del Director de la expedición destinada a propagar en Indias la inoculación de la vacuna, permite S.M. que la Rectora de la Casa de Expósitos de esa ciudad sea incorporada en la misma expedición en clase de Enfermera, con el sueldo y ayuda de costa señalada a los Enfermeros, para que cuide durante la navegación de la asistencia y aseo de los Niños que hayan de embarcarse y cese la repugnancia que se experimenta en algunos Padres de fiar sus hijos al cuidado de aquellos, sin el alivio de una Mujer de providad. Con esta fha, paso el aviso correspondiente al Ministerio de hacienda para que la Rectora reciba en esa Ciudad la ayuda de costa de tres mil reales con destino a su habilitación y para el abono en Indias del sueldo de quinientos pesos fuertes anuales, contados desde el día que se embarque y la mitad a su regreso, que deberà ser de cuenta del Erario; y a V.M. lo participo de Real orden para la inteligencia de la Junta de caridad, de que es Presidente, y noticia de la interesada. Dios guíe a V.M. ms as. Sn Lorenzo y Octubre, 14 de 1803. Josef Ano Caballero. Don Ygnacio Carrillo y Niebla.

Balmis le encomendó dos misiones:

- Seleccionar niños de edad entre 3 y 9 años, que no hubieran tenido la viruela y que estuvieran perfectamente sanos.

- Cuidar del bienestar y salud de los niños y ayudar a los médicos y auxiliares como enfermera.

Para realizar la vacunación era necesario que el virus llegara vivo a su destino. En la época se extraía la pus de la pústula y se empapaba en algodón en rama, que se situaba entre dos placas de vidrrio que se sellaban con cera Y en América no había vacas para usar el método de la variolación. Balmís encontró la solución: se infectaría a 2 niños. A la semana siguiente, antes de que pasara el plazo crítico de 9 ó 10 días, se les tomaba la pus y se infectaba a otros dos niños con una incisión en el brazo. Así, los niños pasaba una forma benigna de la enfermedad y el virus iba residiendo en todos ellos por turno, llegando vivo al otro lado del Atlántico. Los niños seleccionados fueron Benito Vélez, de nueve años, hijo de Isabel Andrés Naya (8 años), Antonio Veredia (7 años), Cándido (7 años), Clemente (6 años), Domingo Naya (6 años), Francisco Antonio (9 años), Francisco Florencio (5 años), Gerónimo María (7 años), Jacinto (6 años), José (3 años), Juan Antonio (5 años), Juan Francisco (9 años), José Jorge Nicolás de los Dolores (3 años), José Manuel María (6 años), Manuel María (3 años), Martín (3 años), Pascual Aniceto (3 años), Tomás Melitón (3 años), Vicente Ferrer (7 años), Vicente María Sale y Bellido (3 años) y un niño más de nombre ignorado que falleció durante el viaje.

Cada niño recibía un hatillo que contenía: dos pares de zapatos, seis camisas, un sombrero, tres pantalones con sus respectivas chaquetas de lienzo y otro pantalón más de paño para los días más fríos. Para el aseo personal: tres pañuelos para el cuello, otros tres para la nariz y un peine; y para comer: un vaso, un plato y un juego completo de cubiertos.

Isabel y su hijo no regresaron a España con el resto de la expedición. Permanecieron en Puebla, donde ell fundó una escuela de enfermería que sigue existiendo hasta hoy. No se conoce la fecha de la muerte de Isabel, aunque se supone que fue en Puebla.

Isabel Zendal es conocida y admirada en aquellas tierras, donde ha recibido numerosos reconocimientos:

- En 1950 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce a Isabel Zendal Gómez como la primera enfermera de la historia en misión internacional.
Desde 1974 el gobierno de México concede el Premio Nacional de Enfermería Cendala Gómez en su honor.
La Escuela de Enfermería de San Martín de Texmelucan en Puebla lleva su nombre.

   - El ayuntamiento de La Coruña dio su nombre, Isabel López Gandalia, a una calle de la ciudad. El 5 de diciembre de 2017 se cambió el nombre a Isabel Zendal Gómez.

- Con motivo de los 200 años de la expedición, la Casa del Hombre, en La Coruña, le dedicó un monumento, el balcón de Balmis, con unas placas dedicadas a cada persona que intervino en la expedición.

- Una escultura de Acisclo Manzano, inaugurada en La Coruña el 30 de noviembre de 2003, recuerda la salida desde el puerto de la expedición.

- Isabel Zendal Gómez fue nombrada hija predilecta del ayuntamiento de Ordes por unanimidad de la corporación local. 

- En 2016 la Fundación para el Desarrollo de la Enfermería Fuden entregó el premio especial de Enfermería en Desarrollo por ser la primera enfermera de la historia en misión internacional reconocida por la OMS.

- En 2016 el Sindicato de Enfermería reconoció la figura de Isabel Zendal como la primera enfermera en la historia en misión humanitaria con el documental "Isabel Zendal, la enfermera que cambió el rumbo".

- En 2017 el Sindicato de Enfermería en Galicia renombró los premios que entrega en su Encuentro Científico Gallego de Enfermería y Fisioterapia bajo el nombre de Premios Isabel Zendal.

- En 2018 fue incluida en la La Tabla Periódica de las Científicas para conmemorar en el 2019 el Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos, por celebrarse el 150º aniversario de la publicación de Mendeléyev.​

- En 2018 La universidad de la Coruña creó los Premios Isabel Zendal para el fomento del pensamiento crítico.


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Fuentes consultadas en internet:

(1) https://www.historyofvaccines.org/es/contenido/articulos/historia-de-la-viruela
(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Jenner
(3) http://dbe.rah.es/biografias/7650/francisco-javier-balmis-berenguer
https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Javier_Balmis
(4) https://es.wikipedia.org/wiki/Isabel_Zendal_G%C3%B3mez

Para saber más:

- https://www.laopinioncoruna.es/coruna/2014/11/20/rectora-isabel-descubierto/901124.html

- https://web.archive.org/web/20111127044236/http://www.ucm.es/BUCM/revistas/ghi/11328312/articulos/RCHA0303110077A.PDF

- https://www.vacunas.org/la-real-expedicion-filantropica-de-la-vacuna-histp/

- http://revista.raha.es/16_ingreso04.pdf

- http://revista.raha.es/16_ingreso04.pdf



Bibliografía:

- BUSTOS, Jorge, Vidas cipotudas: Momentos estelares del empecinamiento español, La Esfera de los Libros, 2018, 256 pp.

- LUDERT, Juan Ernesto, PUJOL, Flor H., ARBIZA, Juan, Human Virology in Latin America: From Biology to Control, Springer, 2017, 474 pp.

- DEL POZO, Javier Santamarta, Siempre tuvimos héroes: La impagable aportación de España al humanitarismo, EDAF, 2017, 256 pp. 

- DE ARTEAGA, Almudena, Ángeles custodios, Penguin Random House Grupo Editorial España, 2012, 320 pp.

- MORO, Javier, A flor de piel, Grupo Planeta Spain, 2015, 489 pp